“Buenas tardes a los oficios in- útiles, a lo milagroso que es poder mover las manos todavía. Buenas tardes a las historias que se renuevan y multiplican y bifurcan y que nos revelan, a veces, las posibilidades de lo humano.

Buenas tardes a la primera palabra que trae consigo otra y, luego, una más.” Ese optimismo, que también revela una forma de ver, un sentimiento y una voz, es algo de lo que se puede recoger al transitar Las palabras (textos de ocasión), la nueva obra del cochabambino Rodrigo Hasbún, publicada en 2018 por la editorial norteamericana Literal y cuya edición boliviana, a cargo de El Cuervo, fue presentada esta semana junto a una nueva edición de su primera novela El lugar del cuerpo, también a cargo de la misma editorial. Las palabras propone 12 escritos de no ficción que incluyen perfiles de escritores, cró- nicas de viaje, ponencias sobre literatura latinoamericana y ensayos. De eso habla Rodrigo.

¿Qué te ha permitido descubrir tu primera aproximación al ensayo en Las palabras?
Más que de ensayos, me gusta pensarlo como un libro que re- úne eso que llaman ‘textos de ocasión’. Hay algunos ensayos, sí, pero también perfiles de escritores y cineastas, crónicas de viaje, ponencias... Lo que los une en última instancia es que todos se mueven en el ámbito de la no-ficción, y desde ahí establecen un contrato diferente con la realidad y también con las palabras que usamos para acercarnos a ella. Armar el libro me permitió cuestionar más a fondo ese vínculo y mi lugar como escritor con relación a él. También me ayudó a constatar la importancia que tienen las historias en nuestras vidas (sin ellas estaríamos aún más perdidos), y de su enorme valor en estos tiempos de tanta distracción.

_¿Intentaste eludir los aspectos autorreferenciales al momento de escribir?
Los doce textos que son parte de Las palabras fueron escritos a pedido a lo largo de los últimos años, y cada uno llegó con consignas más o menos claras. En algunos querían que hablara de mi relación con mi ciudad natal o con la escritura, y esos son los textos más personales del volumen.

En muchos otros miré más hacia fuera: digamos hacia un grupo de teatro que presenta sus obras en medio de una oscuridad absoluta, o hacia unos encuestadores que recorrieron Colombia durante décadas en busca de palabras, o hacia las vidas de escritores como Rodolfo Walsh o Natalia Ginzburg o de cineastas como Jonas Mekas y Abbas Kiarostami. En uno y otro caso, creo que la mayoría de los textos están escritos desde la gratitud. Quería más que nada celebrar algunos emprendimientos, compartir algunos entusiasmos.

_¿Qué te parece la nueva edición de El lugar del cuerpo, a cargo de El Cuervo?
El trabajo que lleva haciendo El Cuervo desde hace más de una década es notable, y su catálogo y la hechura de sus libros me parecen tan buenos como los de las mejores editoriales independientes de Latinoamérica. Para mi fortuna ya han publicado cinco libros míos, incluida la nueva edición de El lugar del cuerpo. Nada podría resultarme más grato que esa primera novela siga editándose, y que vaya encontrando nuevos lectores. Han pasado 12 años desde que se publicó originalmente y, gracias a esos nuevos lectores, todavía ofrece su pequeña lucha.

Como parte de tu búsqueda como escritor, ¿qué valor le asignas a tu primera novela?
Las primeras novelas no despliegan necesariamente una forma de escribir, pero sí una forma de mirar, una sensibilidad, un tono. El ADN del escritor ya está ahí y, en alguna medida, todo lo que vendrá luego más o menos puede encontrarse en esas páginas. Un poco por eso, le tengo mucho cariño a El lugar del cuerpo. Más allá de cuán fallida pueda ser, demarcó el territorio que he seguido recorriendo desde entonces.

¿Qué te motiva a escribir sobre Bolivia desde el exterior?
Cochabamba es el lugar que mejor conozco, el lugar donde sucedieron para mí la infancia y la adolescencia, los primeros amores, las primeras muertes. En ese sentido, tanto mi memoria como mi imaginación están ancladas en buena medida aquí. Además de eso, está la nostalgia: el que se va mira hacia atrás y no deja de preguntarse cómo hubiera sido su vida de no haberse ido. Creo que voy a seguir mirando hacia Bolivia un buen tiempo más, en la escritura y fuera de ella.

_¿Coincidís con los que dicen que tus libros han contribuido a definir el nuevo mapa de la literatura boliviana?
Me halaga que haya gente que piense así, y me haría feliz que fuera cierto, sobre todo porque soy de los descree de la fijeza o rigidez de los mapas. Es más saludable cuando se cuestionan, cuando se vuelven menos predecibles. La nueva generación de escritores, que por lo demás ya no es tan nueva, ha hecho un trabajo valioso dinamitando viejas certidumbres y trabajando con un rigor y una libertad que han renovado el panorama.