Los poetas Sulma Montero, Óscar García, Adriana Lanza y Gabriel y Benjamín Chávez, jurados del Premio Nacional de Poesía, decidieron que este año el galardón Yolanda Bedregal sea para la cochabambina Paola Senseve. 

La ganadora habló sobre la temática abordada en su poemario, mencionando que el tono feminista que destacó el jurado en sus poemas no fue indagado por un interés suyo particular. 

Así también, aseguró que todavía no está totalmente cómoda escribiendo poesía, pero sí contaminada. En ese sentido, quiere volver a escribir narrativa para visitar la incomodidad e intentarlo de nuevo. La obra presentada por Senseve, Codex Corpus, describe la relación entre ella, su madre y su abuela, las mujeres que habitan en su cuerpo, en su genética.

  ¿Qué sensaciones te deja el haber obtenido el premio Yolanda Bedregal?
Me deja muy satisfecha, particularmente porque considero especial esta obra. Se trata de un trabajo de alrededor de cuatro años que ha ido creciendo y mutando con el tiempo, que también tiene connotaciones afectivas muy fuertes para mí.

Son poemas que tratan de la vida y los cuerpos, de mi realidad más íntima e inmediata. Es casi un desgarro muscular.

 ¿Implicará un antes y un después en tu trabajo literario o cómo lo asumes?
No creo que implique un antes y un después, al contrario, creo que representa la continuidad de un camino recorrido. El Yolanda Bedregal no me dice mucho de mi obra en términos de calidad o seguridad, pero sí cuenta la existencia de una carrera.

Económicamente me asegura la posibilidad de dedicarme solo a la literatura por un tiempo considerable, que es algo que nunca he podido hacer y lo menciono porque me parece fundamental. Hace toda la diferencia que una escritora pueda contar con tiempo y una habitación propia para escribir.

 ¿Cómo fue el génesis y el desarrollo de Codex Corpus?
Fui escribiendo los poemas de Codex Corpus a partir de la necesidad de entender la muerte, un proceso vital que ocurre en sostenido en los cuerpos, no solo de quien está muriendo, sino también de quienes aman y acompañan. Formalmente, el libro también nace de un tiempo largo de silencio, reflexión y experiencias.

El título es una especie de homenaje al Codex Seraphinianus, un tratado que consta de ilustraciones y textos indescifrables, algo que para mí deja una impronta de pureza poética inigualable.

A partir de ahí, fui escribiendo textos de las escrituras afectivas, políticas, territoriales y de lenguaje que se trazan en los cuerpos, en los cuerpos heredados y relacionados genéticamente.

 El jurado del premio valoró “el manejo pertinente del lenguaje en la construcción de la constelación poética desde la indagación femenina”. ¿Esa fue tu intención al organizar la obra?
Creo que sí, hasta cierto punto. Al principio de todo este trabajo nunca pensé en publicar o disponer una obra, pero se fue armando de manera orgánica, porque mi imaginario se rehusaba a salir del diálogo constante con esa realidad particular, porque las obsesiones funcionan así.

Después, me esforcé en manipular el lenguaje para que exista un universo único poema a poema. Lo que no sé a ciencia cierta es si me interesaba indagar en lo femenino o si fue al revés, pensar en cavar lo humano en las mujeres que existen en mi cuerpo, que son lógicamente mi madre y mi abuela.

 Has transitado diversos géneros, ¿te sientes más cómoda escribiendo poesía?
Ahora me siento más (no totalmente) cómoda escribiendo poesía, después de tres libros con todos los intentos fracasados en medio; pero tengo muchísimas ganas de visitar la incomodidad absoluta, es decir, de volver a escribir narrativa.

De todas maneras, intuyo que cuando lo vuelva a intentar, estaré inevitablemente contaminada de la forma poética de pensar, razonar y ver, que por naturaleza no tiene límites. Lo agradezco.

 ¿En su elegía Pan y Vino, Hölderlin se pregunta “¿Para qué poetas en tiempos de penurias?” ¿Cómo responderías a esa interrogante?
Muy lejos de querer romantizar la poesía y mucho menos a las poetas, pienso que es para sobrevivir, contar, acompañar y entender días como estos. Sin la poesía, por ejemplo, ahora no tendríamos la vital y diferente mirada de Hilda Mundy sobre la Guerra del Chaco. Ya en el sentido más estricto de la penuria y cómo sobrevivirla, yo he estado releyendo muchísimo a Zurita y su maravilloso trabajo sobre la dictadura chilena, la sensibilidad y la belleza de sus poemas, son un pequeño gran refugio para mí, pero principalmente me obligan a razonar desde otros lugares, hasta los imposibles.