En Bolivia el porcentaje de los jóvenes que buscan un trabajo activamente (desocupados) aumentó un 35% en los últimos seis años, de acuerdo con un estudio del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), que ratifica la falta de empleo juvenil y la precariedad de su situación laboral.

El hecho de que la desocupación haya aumentado en una mayor proporción, explicó, tiene que ver con la tasa de desempleo, la cual en general es procíclica; es decir, cae en periodos de bonanza y aumenta en los años de desaceleración o recesión.

“Bolivia, comparada con otros países, ha soportado golpes económicos mucho más duros, desde antes de la pandemia. Con la emergencia sanitaria, la crisis de la calidad de los empleos se ha agravado. En ese contexto, la provisión de ingresos de las familias ya no solo depende del esposo, sino también de la esposa y de los hijos mayores”, aseveró Bruno Rojas, investigador de temas laborales.

P. R., una de las jóvenes que busca trabajo en una agencia de empleo ubicada en la zona de la ex terminal de Santa Cruz de la Sierra, tiene claro lo que el mercado laboral le puede ofrecer.

Por un puesto de vendedora de ropa o de celulares el pago es de Bs 1.200, trabajando de 8:00 a 20:00, de lunes a sábado. El empleo no ofrece seguro de salud ni aportes para la jubilación; eso sí, tiene la comida garantizada. “Soy de Cochabamba. Recién llegué aquí y estoy esperando a ver qué hay”, afirma la joven de 23 años.

Bs 1.200 “al mes no alcanza, si no te ayudan tus papás. Si vives sola, tienes que pagar el alquiler de tu cuarto y tus pasajes; igual se va el dinero”, agrega.

“La ley dice que se debe pagar un salario mínimo, pero no dice que se debe dar desayuno, almuerzo y cena. Ahí se negocia con los empleadores”, develó el responsable de la Agencia Samaritano, quien reconoce que los trabajos que se ofrecen en las agencias de empleo de la capital cruceña son eventuales y que los salarios “no siempre están acordes a lo que establece la ley”.

“Con la pandemia, los mismos jefes no tenían plata. Entonces, los sueldos no son los mismos y han ido variando a lo que se ha podido para sobrevivir (…). Ni las mismas autoridades del Ministerio de Trabajo pueden hacer respetar la ley, el salario mínimo”, sostuvo.

De acuerdo con datos del Inesad, en 2009, el 28,6% de los jóvenes de entre 16 a 28 años de edad recibía una remuneración por hora menor al salario mínimo nacional, un porcentaje que aumentó al 57,2% en 2021.

“Aquí vienen los jóvenes del interior y de otros lugares a buscar trabajo, pero es abusiva la gente y les paga poquito, peor si no hay un mayor de edad que los ayude. A un menor de edad que busque trabajo se la charlan y la verdad es que tampoco cumplen, a veces los sobreexplotan”, expresó D. R, otro joven en busca de empleo.

Realidades

Otra entrevistada de 27 años de edad, de profesión ingeniera industrial y auxiliar contable, cuenta que está buscando empleo desde hace seis meses.

“Para ser profesionales, es poco lo que nos pagan. Nosotros deberíamos estar ganando de entrada Bs 2.500, pero ofrecen un sueldo mínimo, como si no hubiera estudiado tantos años”, lamenta.

Según Beatriz Muriel, directora del Inesad, a nivel general, se observa que los trabajadores calificados son los que sistemáticamente tienen tasas de desempleo más altas en relación a los que no lo están. “Esto se debe a que los calificados esperan contar con un empleo más acorde con sus habilidades; por ejemplo, doctores, economistas y comunicadores recién egresados. Mientras que los no calificados tienen mayor flexibilidad al ser trabajadores independientes y autoemplearse”.

Para Rojas, la reactivación económica anunciada por el Gobierno no ha sido suficiente como para recuperar, por lo menos, los niveles de empleo del 2019. “Y si hubo alguna recuperación, los empleos en los que están trabajando los jóvenes son principalmente en el sector informal, en empleos con bajos salarios, inestables, sin derechos o con derechos muy restringidos”, aseveró.

Pero la informalidad no solo es el sello del empleo joven por el lado del empleador, sino también por el lado del empleado.

El responsable de la agencia Samaritano afirma que no solo el empleador puede deshacerse del trabajador bisoño cuando lo vea conveniente, sino también que los nuevos trabajadores incumplen contrato cuando tienen la oportunidad de un mejor salario, lo que “es comprensible”.

La OIT prevé una recuperación dispar del desempleo juvenil con respecto a los países de ingresos bajos o medianos y los países de ingresos elevados. Estos últimos son los únicos en los que cabe esperar que para finales de 2022 se alcancen índices de desempleo juvenil equiparables a los de 2019.

“La necesidad más acuciante de los jóvenes es contar con un mercado de trabajo eficaz, que brinde oportunidades de empleo decente a los jóvenes que ya forman parte de la fuerza laboral, y oportunidades de educación y formación de calidad a aquellos que aún no se han incorporado al mismo”, indicó, Martha Newton, Directora General Adjunta de Políticas de la institución.

Rojas consideró que la actual situación del mercado laboral de Bolivia ha provocado “mucho desaliento” en los nuevos trabajadores. “Se encuentran con fuentes de empleo que no están a la altura de sus expectativas, porque ellos ya tienen un mayor nivel educativo, más años de estudio; algunos ya son profesionales o egresados. Lo que encuentran en el mercado laboral es realmente frustrante. En 2019, el 98% y el 97% de los jóvenes ocupados de La Paz y El Alto, respectivamente, tenían empleos precarios y el 70% empleos precarios extremos”, detalló.

“Por eso, los jóvenes prefieren seguir estudiando o ayudar en parte a sus padres en alguna actividad económica no remunerados”, indicó el investigador.

Según un estudio del Banco Mundial, las características fundamentales de los ninis (jóvenesque ni estudian ni trabajan) son: casi el 60% proviene de hogares pobres o vulnerables; y las mujeres representan dos tercios de la población nini latinoamericana, siendo los factores de riesgo más importantes el matrimonio precoz y el embarazo adolescente. “El camino más común para convertirse en un nini es la deserción escolar para empezar a trabajar –muchas veces en el sistema informal– seguido del desempleo y la falta de posibilidad de encontrar un trabajo algo formal por falta de formación”, precisó.

Hay menos ninis

La investigación del Inesad también identificó que entre 2015 y 2021 la proporción de ninis de entre 15 y 24 años de edad disminuyó en 15,3%.

“La reducción de la proporción de ninis se debe, en buena medida, al hecho de que un mayor porcentaje se ha dedicado a estudiar. Con todo, desde la pandemia se observa un mayor número de jóvenes que trabajan”, afirmó Beatriz Muriel, directora del Inesad.

En el país, la población nini es del 10%, menor al 20% que en promedio tiene América Latina, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) citados por el investigador en temas laborales, Bruno Rojas.

Una de las razones principales para esta diferencia es que los ingresos de las familias en el resto de los países de la región son relativamente más altos que los de las familias bolivianas.

Riesgos del sector

Económico. A medida que hay más ninis, los ingresos se reducen. Es decir, alguien que es nini hoy, dentro de 20 años, cuando esté en sus mayores años de productividad, es mucho más propenso a tener menos ingresos que quien no lo fue.

Desigualdad. Una incidencia de ninis más alta en los hogares pobres y vulnerables exacerba las desigualdades existentes.

Social. El fenómeno contribuye a la delincuencia, las adicciones y la desintegración social.

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