El fin de año se presenta particularmente difícil para trabajadores y empresas en Bolivia. Este diciembre, tradicionalmente asociado con el regocijo y los regalos, llegará en medio de una crisis económica marcada por un dólar paralelo que supera en más del 65% al tipo de cambio oficial, una inflación que podría alcanzar cifras de dos dígitos y un aumento generalizado en los precios de productos de primera necesidad. En estas circunstancias, la austeridad y la creatividad serán imprescindibles para cerrar el año con dignidad.

Diciembre suele ser un mes clave para diferentes sectores de la economía, ya que representa una oportunidad para compensar las dificultades acumuladas a lo largo del año. Sin embargo, también plantea desafíos adicionales, como el cumplimiento del pago del aguinaldo. Muchas empresas, conscientes de su incapacidad para cubrir esta obligación en efectivo, ya buscan alternativas como bonificaciones en especie o facilidades de pago negociadas con sus empleados.

En el comercio, el impacto de la escasez de dólares se hará evidente. La menor importación de productos, sumada al incremento de costos, podría reducir la oferta, pero también abre una ventana para los productores nacionales. Para muchos de ellos, las ventas de fin de año representan hasta el 50% de sus ingresos anuales. Este diciembre será crucial, pero lograr buenos resultados requerirá innovación y estrategias creativas.

Por ejemplo, el sector manufacturero enfrenta múltiples retos, desde la falta de combustibles hasta limitaciones en la distribución de sus productos. Ante estas dificultades, los microempresarios están recurriendo a ferias de producción nacional y al uso intensivo de redes sociales para promocionar sus productos. Sin embargo, es fundamental que las autoridades respalden estas iniciativas, organizando y facilitando espacios que impulsen la economía local.

En Bolivia operan aproximadamente 200.000 microempresas, aunque muchas han cerrado debido a la crisis. Las que aún resisten hacen un llamado a la población para priorizar el consumo de productos nacionales, no solo como una forma de reducir costos, sino también como un acto de solidaridad que fomenta el empleo y dinamiza la economía.

Los expertos coinciden en que las empresas deben ajustar su oferta a las nuevas prioridades de los consumidores, eliminando procesos o productos que no generen valor. Las microempresas tienen una ventaja competitiva en este contexto, ya que su tamaño les permite adaptarse con mayor agilidad. También es crucial que elaboren planes de contingencia para mitigar riesgos futuros y asignen recursos estratégicamente, pensando más allá de la supervivencia inmediata.

Para los consumidores, la clave estará en organizar presupuestos realistas y priorizar las necesidades básicas. En las familias, la austeridad podría traducirse en celebraciones más sencillas, optando por intercambios simbólicos de regalos y buscando alternativas más económicas en las cenas navideñas. Por ejemplo, con el precio de la carne de res en constante aumento, será necesario considerar otras opciones de proteínas más accesibles.

Pese a este panorama adverso, diciembre también puede ser un mes para reforzar valores fundamentales como la solidaridad, la creatividad y el ahorro. Las dificultades no deben apagar el espíritu navideño, sino transformarlo en una oportunidad para repensar nuestras prioridades y prácticas de consumo.

Encarar el mes venidero con responsabilidad y esperanza es esencial. Aunque los retos son grandes, la capacidad de adaptarnos como sociedad será determinante para superar esta etapa y construir un futuro más estable y menos angustiante.