Finalmente, Bolivia da un paso significativo en la adopción de biotecnología agrícola, con la reciente aprobación del evento Organismo Genéticamente Modificado (OGM) Soya Intacta. Este avance, esperado por años por los productores de soya, llega en un momento crítico para el país, cuando la economía se encuentra debilitada, afectada por una iliquidez severa y la escasez de divisas. El contexto económico actual obliga a cuestionarse si esta medida, aunque positiva, no es un caso de "demasiado poco, demasiado tarde".

Durante años, el sector agrícola ha clamado por el uso de biotecnología para incrementar la producción y competir en mercados internacionales. Mientras tanto, las autoridades se mantenían reticentes, probablemente debido a presiones ideológicas y la burocracia ineficiente. Solo después de que el país se acercó peligrosamente al borde de una crisis económica profunda, el Gobierno decidió actuar y finalmente aprobó el uso de este tipo de tecnología. Lamentablemente, estos procesos son largos y complicados, y los beneficios de la adopción de biotecnología no se verán inmediatamente. Bolivia ya está pagando el precio de una tardía reacción, con un sector agroindustrial que podría haber sido más competitivo si estas medidas se hubieran implementado con anticipación.

En la reciente Cumbre de los Interculturales, el Gobierno enfatizó que la aprobación de este evento no fue impulsada por los empresarios, sino por una supuesta "demanda de la familia intercultural". Esta declaración busca desviar la atención de la realidad: fueron los productores, los que durante años lucharon incansablemente por la aprobación de la Soya Intacta.

La resolución que permite el uso de la Soya Intacta cuenta con el respaldo del Gobierno. Sin embargo, el mero hecho de autorizar este evento no garantiza el éxito inmediato. Bolivia enfrenta actualmente un panorama económico sombrío, con una caída de las reservas de dólares, una aguda escasez de combustibles y un déficit comercial que afecta la capacidad de importar insumos esenciales. En este sentido, no basta con permitir el uso de biotecnología; es urgente que el Gobierno libere las exportaciones de manera definitiva para que los productores puedan acceder a mercados internacionales sin restricciones,  mejorar los ingresos y brindar seguridad alimentaria.

Solo en economías libres y competitivas se puede alcanzar una verdadera prosperidad. La biotecnología es una herramienta poderosa, pero para que despliegue todo su potencial, debe estar acompañada de políticas que promuevan la libertad de comercio. A largo plazo, esto no solo beneficiaría al sector agrícola, sino a toda la economía boliviana, generando empleo, atrayendo inversión y fortaleciendo la estabilidad financiera del país.

La realidad es que Bolivia ha llegado al precipicio antes de que el Gobierno decidiera actuar. Y aunque la aprobación de la Soya Intacta es un avance, no se puede perder de vista que estos procesos requieren tiempo para demostrar su impacto. Mientras tanto, el país sigue lidiando con las consecuencias de una aguda crisis económica, y cualquier retraso adicional podría agravar aún más la situación.

Este evento marca un hito, pero también evidencia que Bolivia no puede permitirse más demoras. El futuro de la agricultura y de la economía en general dependerá de decisiones rápidas, informadas y, sobre todo, orientadas a la libertad económica. Solo así podrá aprovecharse al máximo el potencial que ofrece la biotecnología y otros avances científicos para el desarrollo del país.