Un vándalo, según lo define la Real Academia Española, es quien comete acciones propias de gente salvaje y destructiva. Maltratar o destruir una instalación o un bien público equivale a vandalizar. Entre las causas fundamentales de esa acción delincuencial son citadas el tedio y la búsqueda de emociones intensas, particularmente excitantes para los sujetos especialmente predispuestos al vandalismo. La falta de armonía familiar hace que los afectados expresen sus sentimientos a través de actos vandálicos.

Desde el primer anillo de circunvalación y a lo largo de siete cuadras de la calle Libertad, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra fue vandalizada por malos hijos de esta tierra, por imbéciles rematados posiblemente alcoholizados o drogados, en busca de ‘emociones fuertes.’ Las hallaron y ‘gozaron’ intensamente pintarrajeando muros, horcones, vidrieras y como no les pareció suficiente, también arremetieron contra la Iglesia Catedral, monumento icónico y símbolo de la fe de un pueblo, en plena Plaza 24 de Septiembre.

La ausencia total de vigilancia permitió los inadmisibles excesos durante la marcha callejera de la hinchada de un club de fútbol local. Excepto los vecinos damnificados, ninguna institución ni autoridad condenó lo gravemente ocurrido. Muy lamentable por cierto. Urge que el Ministerio Público y la Policía investiguen de oficio y sancionen a los responsables del estropicio. Que sea antes de llegar al convencimiento pleno de que la nuestra es una ciudad sin nadie que la proteja y la haga respetar.