Los expertos en la materia consideran que la libertad política, jurídica y económica es un factor crucial para atraer a inversionistas extranjeros y fomentar el crecimiento de la economía de un país. Las regiones con mayores niveles de libertad tienden a recibir más inversión foránea, en base a marcos legales sólidos, derechos de propiedad bien definidos y estructuras de gobernanza transparentes. Esos expertos recurren, además, a las lecturas del PIB, la inflación y el índice de precios al consumidor. En suma, no se les escapa detalle cuando examinan las condiciones requeridas por organismos internacionales e inversores para inyectar su dinero en el extranjero.

Cuando Bolivia está más necesitada de inversión extranjera, su boletín de calificaciones no es de los mejores. Por el contrario, tiene números rojos. JP Morgan es una consultora internacional de prestigio y cuyo último reporte coloca a Bolivia, junto a Venezuela -en situación económica extremadamente volátil y de alto riesgo para los inversores-, a la cabeza de un ranking de países con liderazgo negativo en la región por el ‘nivel de peligro’ que representa prestarles recursos.

Hace poco, el presidente Luis Arce recibió a su homólogo paraguayo, Sebastián Peña, cuyo país tiene el mejor clima de la región para las inversiones por las ventajas que ofrece. No en balde, en buen número, incluso empresarios e inversionistas bolivianos han puesto su ‘platita’ en Paraguay. Si se ajusta a la realidad boliviana, ¿por qué no copiar y aplicar la misma y exitosa ‘receta’?