No hay peor cuña que la del mismo palo. El viejo refrán aplica a la actitud provocativa de Evo Morales asumida contra el presidente Luis Arce, ‘carne y uña’ ambos en tiempos más felices que estos de caras agrias entre evistas y arcistas en el MAS fraccionado, por las apetencias que despierta el poder. El caudillo cocalero que gobernó el país por casi tres lustros, tiene entre ceja y ceja volver a la Casa Grande del Pueblo incluso “a paso de parada”, tal como lo advirtió últimamente. Por eso tampoco trepidó en amenazar con una ‘convulsión social’ en el país si es impedido de participar en el proceso electoral 2025.

“Que me metan a la cárcel”, desafió exultante en respuesta al procurador general del Estado, César Siles, que demandó al expresidente por delitos de calumnias e injurias, después de que lo acusara de montar una estrategia para desplazarlo de la jefatura masista. Fue durante una proclamación por afines a Morales y que acabó entre pedradas y dinamitazos en un municipio de Oruro donde la comunidad rechazó la presencia del controvertido candidato azul.

Tras consultar con ‘expertos’, Evo alega que está habilitado legalmente para volver a ser candidato, aunque una sentencia constitucional establece que la reelección presidencial indefinida no es un ‘derecho humano’ y se aplica por única vez en forma continua o discontinua. Pero Morales no da el brazo a torcer. Prefiere que lo encierren antes que presentarse ante la justicia a rendir cuentas de sus actos. Como el zorro, el ex-‘jefazo’ pierde el pelo pero no las mañas.