En Bolivia y sin repercusión mayor, el 27 de septiembre último fue conmemorado el Día Mundial del Turismo que en 1980 instituyó la Organización Mundial del Turismo (OMT) para crear conciencia sobre la relevancia de esa actividad y su influencia en el desarrollo económico, social, cultural y ambiental en el planeta. ‘Turismo y paz’ es el lema elegido este año y destaca el papel del turismo “como un puente para fomentar la paz y el entendimiento entre naciones, promoviendo la cooperación y el respeto en un contexto global que enfrenta diversos desafíos”, según resalta la OMT.

El turismo es considerado como un ‘pilar clave’ para el desarrollo económico del país porque genera ingresos significativos y promueve la conservación de su rica biodiversidad cultural y natural. El Salar de Uyuni, el lago Titicaca, el Parque Nacional Madidi y las Misiones Jesuíticas de Chiquitos son destinos icónicos que atraen y asombran a miles de turistas cada año.

 Definida por el famoso explorador francés Alcides D’Orbigny como “síntesis del mundo,” Bolivia tiene pues mucho que mostrar al visitante. Por sus múltiples y diversos paisajes naturales, se constituye en un destino muy atractivo. Aunque lastimosamente, las quemas descontroladas del bosque y el aire irrespirable de estos soporíferos e interminables días grises, a la par de marchas violentas y bloqueos de carreteras que lo convierten en un país ‘tranca’,  se frena en seco el flujo de turistas y el ingreso de las tan requeridas divisas para mover la aguja de la depauperada economía nacional.