¿Cómo pasamos de una vida promedio (no tan normal por la crisis y la falta de dólares), a una totalmente inestable, por tener que hacer la fila en busca de combustible? Ya no se puede ir a donde uno quiere, hay que racionar la gasolina o el diésel. Más reuniones por zoom en lugar de presenciales, clases virtuales en vez de ir físicamente al colegio, dejar de trabajar para hacer la cola en el surtidor, y hasta postergar los juntes con los amigos hasta que haya certeza de gasolina…

-Pasaron los bloqueos evistas y el líquido que pone nuestro mundo a rodar sigue a cuenta gotas. Ahora el Gobierno le ha dado luz verde a los privados para importar y comercializar, una noticia de último momento que no pensamos que se vaya a dar.

-La indisposición y la incertidumbre reinan por todos lados. Pero no nos dejemos ganar, por lo menos no en nombre del espíritu del cruceño, que sabe reírse en las malas y ser solidario dando de sí algo para alivianar la pena del que está al lado, o en este caso, adelante o atrás de la fila por combustible. Que el ejemplo bonito de los que regalan agua, croissants o lo que sea, como gesto de ‘te acompaño’ o ‘no estás solo en esta’ se haga viral.