El premio Nobel de Economía otorgado a Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson, ha generado un gran interés público sobre el cual se han escrito numerosos artículos que resaltan su valiosa contribución a la teoría del desarrollo desde la escuela que destaca la importancia de las instituciones para la prosperidad de las instituciones. Países como Bolivia, tenemos mucho que aprender si queremos reencaminarnos hacía un desarrollo que hasta hoy no podemos alcanzar por nuestra propia responsabilidad, aunque lo tradicional es culpar a los demás por nuestros fracasos.

Así como Adam Smith procuró explicar en su famoso libro cuál era el origen de la riqueza de las naciones, Acemoglu y Robinson se dedicaron a estudiar las causas por la que los fracasan los países, titulando de esta forma su libro más conocido. Con la experiencia transcurrida durante los dos siglos a la publicación del libro con el cual Adam Smith fundó la ciencia económica, estos autores analizan las diferencias de progreso alcanzado por naciones incluso vecinas, como México y los Estados Unidos de América, encontrando que la disparidad no se encuentra en su población o en la disponibilidad de recursos naturales sino en sus instituciones.

En este principio fundamental, Acemoglu y Robinson reconocen que desde el inicio de su vida académica se inspiraron en los trabajos de Douglas North, premio Nobel de Economía 1993, autor que concentró sus trabajos en el estudio de las instituciones, a las que define como “las reglas del juego en una sociedad, o más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana”. Desde esta perspectiva North estableció que las instituciones determinan el modo en el que las sociedades evolucionan y, consecuentemente, configuran también su desempeño económico.

Algo muy importante en la teoría de North es justamente la noción de que las instituciones no solo son las normas formales, como una Constitución, o la calidad de sus entidades estatales, sino aquellas normas informales que regulan el comportamiento de las personas; y que por lo tanto constituyen la base de su cultura y cómo la gente interactúa. Desde esta perspectiva North plantea que las instituciones determinan las oportunidades que hay en una sociedad y que una de sus principales funciones es reducir el nivel de incertidumbre del entorno en el que se desenvuelven las personas y las empresas.

Volviendo a los actuales ganadores del Premio Nobel, en especial a Acemoglu y Robinson, ellos explican que en gran medida la diferencia en la prosperidad de las naciones en los últimos dos siglos se ha debido a que solo muy pocas naciones han logrado consolidar instituciones “inclusivas” las cuales están vinculadas especialmente a un amplio acceso de los ciudadanos a la propiedad privada, lo que les permite a la inmensa mayoría poblacional desarrollar su iniciativa, creatividad y talento, dando como resultado la generación de oportunidades y riqueza que beneficia al conjunto de la sociedad. Por el contrario, los países que no logran superar la pobreza son aquellos en los que la posibilidad que tienen las personas para prosperar y enriquecerse depende de sus relaciones con el estado y los favores políticos que puedan lograr de quienes gobiernan, quienes a su vez mediante la corrupción y el abuso de poder procuran crear su propio entorno de “ricos” mediante el control y la intervención estatal de la economía.

Otro aporte fundamental de estos autores desarrollado en su libro “El pasillo estrecho” es la relación fundamental entre política y economía para el desarrollo de las naciones, planteando que solo aquellas sociedades donde se ha encontrado un equilibrio entre el estado y la sociedad civil para asegurar orden, estabilidad y certidumbre, se ha alcanzado los mayores niveles de prosperidad. Desde esta perspectiva, el estado, a quien llaman el “leviatán encadenado” debe ser contenido por la fuerza de la sociedad civil y limitado por las instituciones para evitar que abuse de su poder dada la tendencia de los gobernantes a crecer en el control de la sociedad. Por su parte, la sociedad civil debe aceptar sujetarse también al respeto a estas mismas reglas e instituciones para evitar caer en el caos y la anarquía.

Estamos terminando octubre y en Bolivia nuevamente estamos atrapados en el conflicto político que provoca incalculables perdidas económicas, no solo por la producción que se pierde en las carreteras bloqueadas sino por la incertidumbre y la desesperanza que genera sobre el futuro del país. Nunca más actual y apropiada para nuestras posibilidades de un mejor futuro que la escuela del desarrollo basada en las instituciones.