La manipulación de los resultados de las elecciones en Venezuela se ejecutó con el mismo método que en las de Bolivia de 2019.

Tras cerrarse los centros de votación, el 20 de octubre de 2019, Bolivia estrenó la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP). Como se trataba de una primera experiencia, nadie sabía lo que pasaría. Y lo que ocurrió es que los resultados que aparecían en las actas electorales que eran subidas al sistema TREP reflejaban un estrecho margen entre el MAS de Evo Morales y el FRI-Comunidad Ciudadana que postulaba a Carlos Mesa. De haberse mantenido la tendencia, esos dos candidatos habrían tenido que participar en una segunda vuelta electoral, de resultados impredecibles.

De pronto, el sistema TREP salió del aire, desapareció de la nube. La excusa fue que hubo un corte de energía eléctrica en el Tribunal Supremo Electoral. La transmisión de resultados se reinició al día siguiente, pero ya había variado el porcentaje de votos. Muchas de las actas electorales que habían sido vistas la noche anterior ya no estaban, puesto que habían sido sustituidas por otras. Lo que los causantes de estos desfases no sospechaban es que muchas de esas actas fueron descargadas, así que se podía demostrar que fueron sustituidas. Se denunció fraude electoral y la ciudadanía indignada salió a las calles a protestar, exigiendo la renuncia del presidente candidato. 

El 28 de julio de 2029, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, afín al presidente candidato Nicolás Maduro, paralizó la transmisión de resultados asegurando que su sistema informático fue “hackeado” con el propósito de alterarlos. Tras un notorio retraso, el CNE proclamó la victoria de Maduro, a contrapelo de los resultados del sondeo en boca de urna. Al sentir que se le escamoteaba su derecho a decidir, los venezolanos comenzaron a salir a las calles a protestar, pero los organismos de seguridad del chavismo, que ejecutan un control vertical desde hace casi tres décadas, los reprimieron causando muertos y heridos.

Hubo fraude electoral, pero tanto en Bolivia como en Venezuela se puso en marcha el contra-argumento: golpe de Estado. El gobierno de Evo Morales dijo que las protestas populares no eran tales, sino un movimiento opositor para sacarlo del poder y lo mismo pasó en Venezuela.

El siguiente paso en esta estrategia que tiene claros signos de haber sido planificada es la detención de los opositores. La diferencia es que, en Bolivia, la represión fue desatada más de un año después, cuando el MAS volvió al poder con Luis Arce por delante, mientras que en Venezuela se ejecuta sobre la marcha o, mejor, sobre las marchas.

Y mientras en Bolivia una vez se admitió que el MAS “le mete nomás”, en Venezuela se ha sobrepasado todo límite y ya ni siquiera se disimula porque un rabioso Diosdado Cabello lanzó amenazas en todos los tonos en contra de los opositores: “No nos vamos a detener (…) los vamos a joder, los vamos a joder (…)”. Aseguró que les van a “dar la lección de las lecciones" y los van "a agarrar”.

Amenazas públicas de muerte, en el nombre del fraude.