Marco Antonio Mercado B. / EXPERTO EN GERENCIAMIENTO DE EMPRESAS

Recuerdo cuando era estudiante universitario y recibía formación en cumplimiento de una malla curricular, programas académicos y contenido por asignatura. Éramos el auditorio para los educadores que transmitían conocimiento a través del típico proceso multidireccional de enseñanza aprendizaje.

Sin embargo, en el epílogo de nuestras mallas curriculares o al culminar nuestras carreras con nuestros flamantes diplomas académicos, muchos nos incorporamos en alguna institución pública o empresa privada donde nos vimos desprovistos de recursos y habilidades para encarar las actividades laborales, el trabajo en equipo, los cronogramas de trabajo o la comunicación horizontal, al margen de las funciones de un cargo recientemente asumido por un joven profesional.

En ese momento, con seguridad, muchos pensamos que habíamos iniciado una nueva universidad: la universidad laboral.

La sociedad boliviana requiere educadores con un nuevo chip, capaces de formar a los futuros profesionales con las premisas de: innovación, adaptabilidad, liderazgo o empatía.

Los nuevos profesionales, que se forman en las aulas universitarias, están superando paradigmas de la educación tradicional, caracterizada por la transmisión de teorías y postulados que, por supuesto, han sido base del éxito en toda civilización, pero que hoy ya no son suficientes. El entorno cambiante y dinámico demanda profesionales disruptivos, con conocimientos técnicos, pero también con habilidades blandas como el liderazgo, el trabajo en equipo o la comunicación asertiva.

Antes las cosas se fabricaban para durar 20 o 30 años, pero el mundo ha cambiado y tenemos bienes y servicios que, con el espíritu de sobrevivir sistemáticamente, innovan y se actualizan, alineándose con los requerimientos tan volátiles de los nuevos consumidores que son los que van a generar el retorno y el beneficio para las empresas.

Los administradores de empresas deben gestionar las empresas, los objetivos, las metas, estructurar la planificación estratégica, habilidades que demandan que la formación universitaria incorpore retos para los estudiantes, en los cuales se puedan aplicar los conocimientos y los conceptos teóricos de los más grandes autores a la realidad boliviana, donde predomina la informalidad y el trabajo precario

Bolivia necesita que las empresas y los nuevos profesionales creen fuentes de empleo digno, que cumplen con todas las prerrogativas de ley en cuanto a la normativa laboral y seguridad social a corto y a largo plazo y que, al final de cuentas, significan bienestar para el núcleo familiar de los trabajadores y de la sociedad en general.

El desafío es grande y demanda que las habilidades de los educadores (profesores y docentes) ya no se limiten a la transmisión de conocimientos teóricos a los estudiantes, sino que implementen, necesariamente, métodos innovadores que logren aprendizajes significativos y la participación activa de los estudiantes, a partir de la realidad local o nacional, es decir del modus vivendi de la ciudad en el cual se encuentran los mismos.

El país es diverso, tiene usos, costumbres y manifestaciones sociales y culturales diferentes entre una ciudad y la otra, ya sea por el tamaño o por la densidad demográfica, pero también por el clima y por la manera de vivir que hay en cada una de estas regiones.

Es indispensable que, desde la universidad, nuestro capital humano aprenda haciendo, usando la tecnología, el social media y herramientas de análisis y minería de datos que pueden partir de la destreza en el uso de Power Pivot, Power BI y otras herramientas predictivas para realizar proyecciones. Todo esto permitirá a los nuevos profesionales guiar a las instituciones y empresas hacia decisiones exitosas.

Hoy, lo que importa es que el sistema educativo -las escuelas, las universidades y los docentes- está formando a nuestros protagonistas del futuro.