Edición ImpresaOPINIÓN
Estamos entrando a los descuentos…
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17 de septiembre de 2024, 4:00 AM
En la jerga deportiva, el tiempo de descuento se define como la prolongación del final de la primera mitad y al final del partido, dependiendo de los sucesos que se hayan producido durante el juego, y siendo una llamada de atención para la conclusión de esa etapa del partido. En política, son los plazos constitucionales, inexorables y definitivos.
Estos plazos que debieran ser parte de los acuerdos existentes en la sociedad para tener certezas que disminuyan las incertidumbres, tienen en nuestra realidad jurídica una suerte de laxitud y complacencia en la que parece que ninguno es fatal. La inteligencia criolla, mercachifle y chicanera, nos acostumbró que todo puede arreglarse y ajustarse, así lo digan en contrario la constitución y las leyes. Y como se están atropellando todos los plazos, corremos el riesgo que se vuelvan cada vez más complicado su cumplimiento. A los conflictos que cuestionan los resultados del Censo, y una humareda que cubre casi todo el continente, debemos sumarle el último de carácter estrictamente político por la confrontación interna entre los líderes del MAS.
Tenemos que hacer un esfuerzo para ordenar el pensamiento y tratar de convertirlo en agenda que nos permita llegar al año del Bicentenario con plazos concertados. Habemos quienes investigamos las bases para una narrativa que incorpore equilibrado el Duende republicano y el Ajayu de nuestros ancestros, que ayuden a subvertir un orden y una modorra complaciente que está castrando nuestro futuro.
Se define el “desconcierto” como un estado de ánimo repleto de desorientación y perplejidad. De repente, pareciera que todo está en duda y la desconfianza sigue ganando terreno. El humo ayuda y exacerba los ánimos, como hace 5 años cuando 5.5 millones de hectáreas calcinadas en la Chiquitania, provocaron consecuencias políticas. Aunque estamos como cuando se abrió la Caja de Pandora y se liberaron los males y desgracias, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la vejez, no debemos olvidar que quedó una virtud guardada, y que debía servir para reconstruir el devenir, era la Esperanza.
“Sólo un demente, opa o estúpido...” dicen los ganaderos benianos al responder a quienes los acusan de provocar el fuego, mientras recuerdan con ironía que no pueden incendiar el pasto con el que alimentan sus animales. Durante este tiempo, he buscado dónde están los espacios generadores de excedente económico en Bolivia y las reacciones negativas aparecen cuando nombro a Santa Cruz al asociarla con la oligarquía depredadora y única responsable de los incendios y humaredas; desconocer su calidad de generadora de excedente, receptora de la voluntad de trabajo y multiplicadora de oportunidades, por sobre una responsabilidad compartida, es impedir el debate de fondo que necesita el desarrollo nacional. En un mes, cuando la lluvia haya cumplido su trabajo, tendremos que hacer una evaluación rigurosa de los daños definiendo los compromisos para qué, en agosto del Bicentenario, ¡esto no vuelva a ocurrir! Este es un momento de disponibilidad social que ofrece posibilidades a los liderazgos para que compartan, sonrientes en medio de la incertidumbre, sus visiones de futuro.
La “Omertá” es la “ley del silencio”, norma no escrita que rige el comportamiento de los miembros de la Mafia frente a las autoridades, jueces, políticos, policías o la gente; obliga a no cooperar con ellas sea cual fuere la situación, o que más allá de las diferencias y confrontaciones que existan, no debe decirse nada que ponga en riesgo el orden construido y el “honor público” del otro. La ruptura de este principio, se paga con la muerte. Quien haya visto la película “El Padrino” sabe a qué me estoy refiriendo. Evo Morales y Lucho Arce han convivido, materialmente en el mismo cuarto, durante 14 años. Ellos saben absolutamente todo el uno del otro. Sus méritos, miserias, acuerdos, complicidades, aspiraciones, negocios... Escribí varias veces que las peleas públicas entre ellos parecían “tongo” (confrontación pactada para anular a la oposición del escenario, que lo habían logrado muy bien), pues no había ocurrido nada, todavía, que demuestre una ruptura definitiva, y una liberación de la Omertá que dejara en evidencia el patio trasero y el cuarto de las infamias. ¿Estamos por ingresar a la etapa final del “tongo” y a la liberación de la violencia entre los 2 hermanos siameses?
Cuando esto ocurra, como nunca y de manera imperiosa en este periodo de descuentos, Bolivia necesitará la voz concertada de sus liderazgos democráticos para soportar el peso de una transición que será difícil y complicada.