Atravesamos en el país uno más de los recurrentes periodos de conflictos a los que lastimosamente vamos acostumbrándonos como sociedad, además de la zozobra que estos eventos nos causan y a veces hasta el conformismo cómplice que nos generan, es necesario en momentos como este hacer una pausa, encomendar la conciencia al siempre bienvenido sentido común y apelar sin disimulo a la prudencia.

Cualquier paralización genera costos que deben ser asumidos por los instigadores y el resto, de esta ley no escapa nadie y representa una paradoja porque no está escrita en ningún papel; sin embargo, existe un costo adicional que no percibimos de manera tan directa pero que puede ser tan o más dañino, está relacionado a las expectativas personales y de grupo que se generan a partir de una situación de conflictividad permanente.

La sorpresa y la confusión no son precisamente amigas del porvenir ni del progreso, por esta razón el oportunismo político de algunos sectores para propagar riesgos y peligros donde no los hay es más que cuestionable, así como que la gente no se informe y actúe por reacción o reminiscencia de algo que ya no existe y que tampoco la representa.

Una ley de ganancias ilícitas o su estrategia es bastante común en el planeta, su ausencia conduce a dificultades de diversa índole que debe enfrentar el país en su relación con el resto del mundo, no es algo que se haya descubierto hoy ni ayer. El hecho de cuestionarla tres meses después de su aprobación por la misma gente que la validó en su momento no es serio, muestra que hay otros intereses que amparados en un supuesto movimiento cívico tratan de favorecer las ganancias ilícitas o que evitan su reglamentación con fines de figuración política, esa que no pudieron consolidar cuando tuvieron el poder por unos meses.

Por otra parte, el vaticinio incesante de negros nubarrones para Bolivia en los años pasados y en los próximos se ha hecho reiterativo por parte de analistas y expertos, este fomenta una sensación de que el único camino posible es el desastre y que por lo mismo todos estamos en la obligación de contribuir a que tarde o temprano esto se cumpla.

Para fortuna nuestra y desgracia de estos pequeños grupos, las cifras económicas agregadas de este primer año de gestión son positivas y abren el espacio al optimismo, estamos superando la pandemia y las actividades son cada vez más normales; sin embargo, las contradicciones de la vieja política continúan, se habla de reactivación y se paraliza, se habla de diálogo sin imposiciones y las demandas cambian a gusto de intereses sectarios, se habla de paz y se busca tumbar y darle una vuelta a la democracia.

La gestión económica ha sido la más apropiada según las circunstancias y es un tema que algunos no quieren reconocer, tergiversando todo lo que se propone y buscando cinco pies al gato, lanzando críticas sin fundamento y generando expectativas engañosas y apocalípticas que probablemente no se las crean ni ellos mismos.

Esta extraña complicidad entre figurones y comparsas o grupos de amigos ya no sorprende, queda en usted dilucidar los medios y los afanes ajenos, queda en nosotros no permitir que el futuro sea consumido por la confrontación y la discordia.

Franco Mauricio Guzmán Bayley es Economista