En los últimos años, se ha multiplicado la inversión que, además de una rentabilidad financiera, genera un impacto social y ambiental en el mundo. Juan Carlos Iturri, director de la Fundación Innovación en Empresariado Social (IES), trabaja en Bolivia para conectar a empresas diferentes e innovadoras con inversores que no solo buscan un retorno económico.

¿Qué es la inversión de impacto y qué la caracteriza en el mercado boliviano?

Hay un gran debate sobre qué es y qué no es impacto. En la Fundación IES creemos que toda empresa bien gestionada genera un impacto positivo para la sociedad: pagan impuestos, dan empleo, compran a los proveedores, cuidan el medio ambiente o atienden al espacio donde se desarrollan.

Una empresa de impacto es aquella que ha tomado conciencia que tiene que crecer en su rol social para ayudar a solucionar algunos de los problemas específicos de la sociedad, como temas de medio ambiente, de inclusión, de equidad de género o de desarrollo de una región. Pero, además de tener esta intención y declararla, esas empresas tienen que haber desarrollado un sistema de medición de ese impacto, para que esa acción no sea solamente un saludo de marketing.

Ahora, las inversiones de impacto son aquellas que buscan este tipo de empresas y tratan de ofrecerles mejores condiciones de financiamiento, para que puedan seguir creciendo como empresas.

¿En qué sectores está enfocado este tipo de inversión? 

todas las empresas, pueden ser pequeñas, medianas, familiares, asociativas, corporativas, incluso a proyectos de startups que están en fase de diseño o prueba. Lo normal es que se haga en empresas que ya están establecidas, independientemente de su tamaño o propiedad, y que tengan un mercado, un producto o servicio aprobado, y un tiempo determinado de funcionamiento. Cada fondo o cada inversionista de impacto tiene preferencias sobre el tipo de empresas en las que quiere invertir, pero -en teoría- buscan una inversión que tenga un retorno económico más bajo que el que exigirían a otras empresas, por el impacto que quieren lograr.

¿Cuál es el rango de retorno que suelen pedir? 

Varía mucho. Uno de los principales problemas hoy es que cuando quieren venir inversionistas a nuestro país hay dos elementos que nos juegan en contra. Primero, el riesgo país por las condiciones macroeconómicas, el cual incluye un riesgo cambiario. Segundo, la regulación impositiva. Si un inversionista de afuera viene a poner dinero en nuestro país, no solo es muy caro para ese inversor retirar su rendimiento si no que es muy difícil que encuentre divisas. Así que a la tasa de interés normal que cobraría, le tiene que adicionar la tasa de riesgo país y los costos que cobra Bolivia por la repatriación de utilidades para terceros, porque además del 25% del impuesto a las utilidades hay un 12,5% adicional para remesas al exterior en caso de dividendos o intereses ganados por extranjeros. Todos esos temas encarecen la posibilidad de tener inversionistas de afuera.

¿Desde cuándo está presenta la inversión de impacto en el país y cuál es su avance? 

Está hace muchísimos años. El primer fondo de inversión de impacto que puso IES empezó el 2001 bajo el nombre de empresariado social (...). Hoy debemos tener tres o cuatro fondos locales que se declaran de inversión de impacto y hemos identificado al menos unos 10 fondos internacionales que podrían invertir en Bolivia si se dieran las condiciones adecuadas. Pero eso es complejo, por el desconocimiento de las oportunidades que hay en Bolivia y por la desconfianza en la seguridad jurídica del país. Esos dos elementos se convierten en riesgo y el riesgo se convierte en un costo adicional y eso hace que decidan no operar en este mercado.

Este es un tema que no se ha profundizado mucho. Si bien hay inversiones en este sector, su cantidad no ha sido significativa.

¿El financiamiento local disponible basta para atender la demanda del sector? 

Hay un divorcio entre la capacidad de las empresas de estar preparadas para recibir estos financiamientos y el entendimiento de los fondos de inversión de las posibilidades reales que tienen las empresas para cumplir con las obligaciones que contraigan.

En teoría, en el mundo hay miles de millones de dólares para inversión de impacto; en la práctica, las empresas sufren mucho para conseguir inversionistas de cualquier tipo. Así que creemos que hay una demanda insatisfecha.

Muchas de las empresas que podrían calificar para este tema todavía no han identificado cuál es el impacto que podrían lograr y no han desarrollado sus sistemas de medición, por lo que les es difícil acceder a estos fondos. Entonces, hay que tratar de acercar a empresas e inversionistas para que puedan cerrar acuerdos (...).

Yo creo que ahora, más que nunca, todas las empresas están sufriendo por acceso a financiamiento. El financiamiento más tradicional, el bancario, se está dirigiendo principalmente a los jugadores tradicionales del mercado, a las empresas más grandes, a las que tienen garantías. La mayor parte de las pymes y los nuevos emprendimientos están sufriendo por la poca disponibilidad de recursos. Si a eso se suma la contracción en la demanda que enfrentan las empresas, las fuentes de ingreso y las posibilidades que tienen estas empresas de repagar un financiamiento se vuelven más complicadas. Entonces, la actual coyuntura hace que las empresas necesiten más financiamiento innovador, que responda a sus necesidades, pero las condiciones macroeconómicas no ayudan a que esto pueda realizarse.

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