Lo odiaba. Hubiera querido venir al mundo sin él. Y era tan fastidioso que no podía hacer nada para cambiar las cosas. Ese, su cabello revoltoso, la tenía harta. 

Donde iba se burlaban de ella por su culpa. Y es por eso que se lo alisaba todo el tiempo. Demasiado. Llegó a hurgarlo tanto que su cabeza no lo resistió y tuvo que hacer un tratamiento para devolverle la vida. 

Pero, su cabello no fue ingrato con Sofía de Araujo. Él la hizo modelo. Él le da ingresos, muchos de ellos ‘jugosos’. El odio se fue. Hoy, es su mayor orgullo, es su ‘todo’.

La burla

Sofía nació en Huacaraje, esa localidad metida en la Amazonia boliviana. Vivió allí y también se crio en Trinidad y Santa Cruz de la Sierra. Su mamá, Katherine Ojopi, la dejó en brazos de sus familiares y se marchó a Europa en busca de una cura. Sus ojos no le respondían y en España le dijeron que sufría de stargardt, una enfermedad que produce pérdida de la visión. Ahí decidió quedarse para siempre.

En 2004 Sofía y su abuela se subieron a un avión y pasaron el Atlántico. En Marbella la pequeña encontró otra atmósfera, lejos de aquellos niños que se mofaban por sus rizos. En ese lugar supo que no tenía porqué odiar sus raíces. Caminaba por la calle y era imposible que alguien se quedara sin volcar cuando ella pasaba a su lado. Sigue ocurriendo lo mismo.

Hace 15 años se ‘posó’ en la sureña Marbella. Ahí terminó de estudiar. Ahí su cabellera le habló. Le dijo que lo suyo era el modelaje. Al comienzo ella no lo entendió, pero pronto encontró la conexión con esa magia.

Hace unos años ‘colgó’ una imagen en su Instagram. Un fotógrafo la vio y le escribió. La invitó a una sesión y ella dudó, pero después aceptó; esa sería la primera de tantas otras. Y comenzó a recibir algunos euros por su trabajo.

Los flashes

La jovencita beniana nunca se quejó. Estaba en otra parte del mundo. Su mamá perdía la visión. Y ella tenía que seguir adelante. Cuando se dio cuenta de que su cabellera era su brújula, comenzó a cuidarla. La bañaba con agua de coco y con palta. Ella, con todo su brillo, la seguía empujando al mundo del modelaje.

Posó para diseñadores, fotógrafos y firmas locales. 

Una vez la llamaron de Umbro, la marca británica de fama mundial. Viajó a Málaga y allí realizó el catálogo para invierno y verano 2019-2020. Su cabellera otra vez hizo lo suyo: embrujar.

Sus 1.70 m no le permiten ser parte de los desfiles de moda. Y reconoce que es su gran complejo. Está estudiando para ser azafata de vuelo. Quiere combinar el modelaje con las nubes. Su mamá la apoya. 

Su enamorado, Álvaro Borrego, de 1.92 m, también. Ser migrante no es divertido. Y la llegaron a comparar con una marroquí. Ella solo sacude sus rizos y espera que estos le digan qué hacer.



 

Sabe posar. Modeló para una diseñadora local en Marbella

Noviazgo. Un español, Álvaro Borrego, enamora con ella desde hace tres años