Habrá sido porque vi, por ver, que la etiqueta del precio de la pera de agua que me comía, más chica que mediana, decía Bs. 4.70, imagino que para el juicio de todos, muy, muy costosa. Una cosa lleva a la otra dicen y habrá sido por eso que el país apareció en su dimensión actual, brutalmente. 

Estamos mal, las cosas no pueden costar así, aunque lo peor de la pera es que se lo viva (coma) con resignación silenciosa: similar a lo que sucede dentro de un gobierno que se traviste de democrático y en los hechos ejercita la contención de la verdad, la disuasión informativa con el condicionamiento a los medios, la subyugación política y también civil.

 Así, la historia en proceso es secuestrada en esos dos frentes: por un lado, la pera en realidad cuesta Bs. 1 según un indicador oficial o sí, cuesta Bs 4,7 pero resulta que es un precio de los menores a nivel mundial gracias a xyz de la política económica nacional; y por el otro lado, quienes nieguen tales afirmaciones son agentes del imperialismo, golpistas (continuidad de la abducción de la realidad) y sujetos a su criminalización/judicialización. 

La fórmula, exitosamente probada en los hechos (que sostiene con solidez su travestismo democrático), se aplica aún mejor en el ámbito político, donde ya se tocan intereses más directos, dilectos: interpelaciones a un ministro, oposición a un decreto inconstitucional, denuncias por la prórroga ilegal de magistrados, observancia a postulantes por ser los mismos autoprorrogados, recientes funcionarios o incluso con denuncias penales, entre ejemplos casi menores del arbitrio gubernamental, entonces causa para posibles detenciones preventivas que hoy no son la excepción, sino la regla, y ya es mejor ni hablar de ejemplos paradigmáticos como el de Fernando Camacho, Jeanine Áñez o Pumari, casos a los que otra justicia calificaría de aberrantes. Tanto no podría entenderse sin esa especie de capitulación intelectual del ciudadano, consolidada merced al ropaje democrático falso del MAS confeccionado por casi 2 décadas de dominio. 

La historia del oficialismo, ojalá nunca oficial, no con poco cinismo insiste en que el 2019 hubo golpe, cuando fue uno de los movimientos cívicos ciudadanos más conmovedores que la Historia contemporánea pueda mostrar, con no mayor arsenal de resistencia que pititas y estribillos contra Evo, 21 días en los que virtualmente un país de cabo a rabo se puso de pie para oponerse al abuso (y fraude).

Y si al final usted reacciona y protesta por el costo de la pera, le dirán que es importada, por lo que antes de que se pregunte por qué no la producimos acá, será más saludable que acepte la posverdad instituida y disfrute cada centavo de esa fruta, comiéndose hasta el hilo de su tallo.