El 16 de noviembre de 2016 un avión de LaMia se estrelló cerca de Medellín con un resultado de 71 personas fallecidas, la mayor parte del equipo de fútbol Chapecoense. Este accidente fue resultado de mala planificación, inadecuada regulación, escasez de combustible y negligencia en declarar la emergencia.

MI colega y amigo Hugo me señala que la situación del país se parece a la del vuelo 2933 porque el tablero de mando económico también muestra señales claras de peligro, con indicadores críticos que requieren acción inmediata. Veamos si es así.

Primero, tenemos una planificación económica deficiente y agotamiento de reservas. Así como el piloto del vuelo LaMia ignoró la necesidad de una escala para reabastecerse de combustible, nuestros gobernantes en estas décadas han optado por una política económica sin los cambios necesarios para sostener el vuelo económico del país.

La reducción de reservas internacionales y también de gas son claros indicadores de que el país está operando con recursos limitados, poniendo en riesgo la capacidad de cumplir con compromisos externos, tan necesarios para insumos y maquinaria.

En segundo lugar, tenemos decisiones arriesgadas en política económica y falta de un necesario cambio de rumbo. Nuestros gobernantes, similar al piloto del vuelo LaMia que ignoró la advertencia sobre la falta de combustible, han mantenido una situación permanente de déficit fiscal alto y persistente y problemas externos.

Al igual que en el caso de LaMia, donde no se planificó una parada crítica, el país está enfrentando una falta de ajuste racional y con sensibilidad social que promueva la sostenibilidad a largo plazo. La falta de una reestructuración efectiva podría llevar a un “fallo de motores”  hasta que el país simplemente no tenga la capacidad de continuar en su trayectoria actual sin una crisis social.

Tercero: la demora en declarar la “emergencia” económica y comunicarse con el mercado. En el accidente de LaMia, la tripulación demoró en notificar la emergencia, reduciendo las opciones para evitar el accidente.

La falta de una respuesta clara y oportuna desde las autoridades económicas sobre un ajuste con sentido común da señales confusas al “control de tráfico” internacional, es decir, a los mercados nacionales y globales y a los organismos internacionales. Como resultado, la confianza en la economía boliviana se ha deteriorado, dificultando la posibilidad de obtener financiamiento y apoyo externo en términos favorables.

En cuarto punto, la situación política actual se asemeja al rol de la tripulación en el accidente de LaMia, donde las decisiones del piloto y su equipo, al ignorar las advertencias, llevaron a un desenlace fatal. En el contexto boliviano, la dirigencia política –especialmente la gobernante– no ha tomado en cuenta la gravedad del problema.

En lugar de buscar soluciones técnicas de consenso, nuestros líderes continúan en un “vuelo” sin ajustes críticos pese a las señales de alerta​. Al igual que en LaMia, donde la tripulación retrasó la declaración de emergencia, los líderes políticos bolivianos también posponen la “declaración de crisis” que permitiría reconocer y abordar los problemas estructurales del país.

Por último, el vuelo de Lamía que operó al límite de sus capacidades sin el margen de seguridad necesario es un reflejo inquietante de la situación económica y política actual de Bolivia. Hoy, los emprendedores bolivianos están en una situación similar, donde la falta de divisas los deja sin capacidad de maniobra. Operan con una “carga pesada” de costos crecientes y presión fiscal, enfrentando la incertidumbre sin las condiciones necesarias para planificar con seguridad.

El accidente de LaMia es un recordatorio trágico de las consecuencias de ignorar señales de alerta y operar con recursos al límite. Bolivia, en su contexto actual, necesita corregir el rumbo mediante medidas integrales para evitar la catástrofe.

Ojalá que así sea y que el título de una siguiente columna sea “La mía Bolivia” o mi Bolivia en italiano.