Windsor Hernani Limarino

En una columna anterior consideré que Milei estaba a la vista y que venía embalado. Finalmente no solo llegó primero a la meta, sino que - metafóricamente hablando – entró ronceando conduciendo su Peugeot acondicionado, dejando lejos a su adversario Massa que con su “Ferrari rojo”, todo un equipo y un plan platita; no pudo con el empuje de Milei y el hartazgo de un pueblo.

Desde entonces, mucho se dijo sobre las razones del triunfo, diversas son las interpretaciones, pero pocos miran los datos, que evidencian que ganó con una diferencia de 11,3%  (casi 3 millones más de argentinos); ganó en  21 de las 24 provincias, ganó entre los jóvenes, entre los adultos mayores, entre los pobres, en el exterior, etc. En síntesis Milei no sólo ¡ganó!, a los “zurdos” - como los llama - los masacró.

Ahora los analistas se centran en sí cumplirá lo propuesto. Algunos hablan desde el “wishful thinking” y avizoran que no lo logrará. La gente de bien, espera que ponga de pie a la Argentina. Es la esperanza de un pueblo, que ha visto pasar tres gobiernos Kisneristas con empeoramientos sucesivos. Gente que votó guiada por el sentido común y que se preguntó: ¿qué más puedo perder?  ¡sí todo ya lo he perdido!.

En ésta historia, corresponde ahora revisar cuál fue el comportamiento del gobierno boliviano, con el propósito de saber como partimos en ésta nueva etapa del relacionamiento bilateral; y que podríamos hacer.

En la hemiplejía moral, que practica la diplomacia de los pueblos, no existe equidistancia entre los intereses partidarios y los intereses estatales. Por ello, equivocadamente, el apoyo incondicional era para el candidato del grupo ideológico afín. Un cálido tuit de felicitación al denominado “hermano” Sergio Massa por parte del Presidente Luis Arce por la votación obtenida en primera vuelta, evidenciaba aquello. Fue un tuit de un político no de un Jefe de la diplomacia. “Los diplomáticos son personas a las que no les gusta decir lo que piensan. A los políticos no les gusta pensar lo que dicen”.

En el olvido quedó el derecho internacional, que consagra la máxima que todos los pueblos tienen el derecho de determinarse libremente. Así si deciden por mayoría ser liberales, anular su Banco Central, dolarizar la economía, aplicar el plan motosierra, etc, ¿Qué…?.

El pronunciamiento realizado, antes de concluir el proceso electoral, fue un tiro que dio en el propio pie. Así, en la segunda vuelta, ante la masacre, el frenesí inicial, paso a ser desasosiego, la hermandad  fue sustituida por el trato formal. Para pesar, perdieron la apuesta, Milei asume el poder y lo hace acompañado de  Mauricio Macri y Patricia Bullrich; líderes argentinos, que cabe recordar, fueron acusados por el gobierno boliviano de supuestos delitos de intromisión y tráfico de armas. Ni modo, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

El panorama bilateral no es alentador, por el contrario es sombrío; ahora, mientras otros Jefes de Estado ya confirmaron su presencia en la asunción de Milei, la invitación para Luis Arce, parece estar demorada. Si el accionar fuera con tacto diplomático, nuestro Jefe de Estado no estuviera en la sala de espera.

Es una señal que debe ser comprendida y corresponde actuar en consecuencia. La diplomacia de los pueblos tiene la palabra, porque el relacionamiento bilateral es asimétrico. Bolivia, en las actuales condiciones, necesita más de Argentina, que Argentina de Bolivia.

Una solución, como recomendaría un buen yatiri, es hacer una ofrenda. Hacer - metafóricamente hablando -rodar la cabeza del Embajador boliviano en Argentina Ramiro Tapia, como señal de una nueva etapa.

Hay una urgente necesidad en sanar las heridas y aunque nuestro representante es médico cirujano, esas heridas abiertas no las cura él. Fue quien salió públicamente aseverando que a Bolivia “ingresaron armas y municiones que habría enviado el gobierno de Macri”. Según él, ello estaba certificado mediante una nota y enfatizó que el pueblo boliviano no quiere "ni olvido ni perdón, sino justicia".

Dicen que el verdadero olvido y perdón es divino. Entonces pregunto: ¿Será que las nuevas autoridades argentinas olviden lo dicho y hecho por Tapia? No lo sé. Lo que si sé, es que en las actuales condiciones hay que curar por lo sano, velar por los intereses nacionales y actuar razonablemente. Nuestro representante diplomático, frente al nuevo gobierno argentino, no es más un interlocutor válido, no favorece el diálogo y justa o injustamente, debe ser sustituido.

Es más, Tapia como médico debe recordar las enseñanzas de Hipócrates, que dijo: “Haz un hábito de dos cosas: ayudar; o al menos no hacer daño” y consecuentemente en un acto de conciencia debiera renunciar; porqué como representante, evidentemente hoy más perjudica, que ayuda.