En medio de la humareda que los populismos que habitan diversos países del planeta --se proclamen socialistas o libertarios-- por fin hay vientos de optimismo con la aparición triunfante de quienes defienden sistemas democráticos de ejercicio del poder.
La victoria del Partido Laborista en Gran Bretaña es una muestra de ello. Su líder, de estilo moderado y hasta tímido a lado de sus predecesores conservadores, ha arrasado en las últimas elecciones con una propuesta que recupera los valores de solidaridad, responsabilidad, equidad social y compromiso ético con la sociedad.
También Francia ha parado la arremetida ultra conservadora y nacionalista, con la unión de las fuerzas democráticas, que responden a diversas corrientes del pensamiento, pero que tienen un común denominador: defender los valores intrínsecos de la democracia.
En EEUU, su presidente, Joe Biden, decidió retirar su postulación a la reelección, en aras de los intereses de su país y la preservación de la democracia, frente a la arremetida ultra radical del populismo trumpista, y proponer como candidata a su vicepresidenta, Kamala Harris.
Así, de una u otra manera se confirma que la dicotomía que se ha instalado en el debate político del planeta es entre quienes postulan seguir en la senda de consolidar un sistema democrático y quienes buscan crear sistemas autoritarios para el ejercicio del gobierno. En consecuencia, parece que, debido a los grandes cambios sociales, políticos, tecnológicos, culturales, la controversia fundamental en las sociedades ya no es la tradicional existente entre derecha e izquierda, que finalmente hasta pueden unirse si se trata de parar el avasallamiento radical del populismo.
Es que, como señala el expresidente uruguayo, Julio María Sanguineti, el “populismo es un método político, es fundamentalmente una tecnología para la conquista y conservación del poder mediante el uso abusivo de los poderes del Estado, con la fachada de una legitimidad democrática. Normalmente nace con un origen válido y luego pierde su legitimidad en un ejercicio que rodea, que contornea el Estado de Derecho. Suelen nacer en periodos de bonanza cuando hay dinero para gastar, porque no hay populismo sin dinero. No hay populismo con austeridad. Y según sus discursos, sus acentos y sus alianzas internacionales, puede ir para un lado o para el contrario. El populismo es un concepto bandoneón: se estira tanto a la derecha como a la izquierda. Y en ambos casos hay un intervencionismo en la vida económica y social. Su característica es el ejercicio abusivo del Estado de Derecho con finalidades políticas y de perpetuaciones de poder. Y eso es lo que hemos vivido, lo que estamos viviendo en algunos países americanos y también en algunos países europeos”.
En ese contexto, bien vale recordar algunas renuncias hechas por grandes personalidades en defensa de principios y valores. En el país, en 1984, para preservar la democracia recientemente conquistada, el presidente Hernán Siles Zuazo resignó un año de su mandato. Y gracias a ese acto de desprendimiento no solo que se salvó el sistema, sino que se organizaron las elecciones más transparentes de la historia del país y se produjo el primer traspaso de mando de un mandatario de un partido a su sucesor proveniente de otro partido.
En otro ámbito, la Iglesia Católica sufrió un remezón cuando el papa Benedicto XVI dimitió al pontificado debido a que reconoció que por problemas de salud le faltaban fuerzas para enfrentar la situación crítica por la que aquélla atravesaba. Y fue esa decisión y las razones que la impulsaban que hicieron que el cardenal argentino Jorge Bergoglio fuera su sucesor, quien emprendió un proceso de reforma que hasta ahora continúa.
Se trata de decisiones muy difíciles de tomar porque se renuncia a un espacio que uno mismo ha creado y se lo hace reconociendo, precisamente, la existencia de sus propias limitaciones para seguir en él. De ahí que quienes lo hacen merecen admiración y reconocimiento
Se trata de valores y principios que, como podemos comprobar diariamente en nuestra región, están en las antípodas de los que tienen los líderes populistas cuyo afán es perpetuarse sine die en el goce del poder.
Hay pues, en esta quincena, hechos para estar un poco más optimista…