Varios colegas se comunicaron conmigo esta semana, por separado, y su pregunta era la misma: “¿Es cierto que se está hundiendo el Cerro Rico? Y la respuesta fue invariable: “Sí. Se está hundiendo, pero eso no es reciente. El cerro se está hundiendo desde hace mucho”.

¿Es por los 476 años de explotación? ¿Son hundimientos por el paso del tiempo? No. Aunque la explotación de minerales mantenga un ritmo intensivo, el Cerro Rico no debía hundirse porque cada vez que se termina de explotar un área de trabajo en interior mina, lo que debería hacerse es rellenar los espacios vacíos que quedaron, como hacía la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) hasta 1985, cuando operó la mal llamada “relocalización”. El detalle es que las cooperativas mineras, que son las que explotan ahora los yacimientos de la montaña, no hicieron ese relleno, así que dejaron al cerro perforado por todos lados, con áreas deleznables, listas para hundirse.

Y la clave son las mal llamadas “cooperativas mineras” porque las que trabajan en la cúspide del Cerro Rico son empresas privadas que utilizan ese rótulo. Algunas de estas son antiguas, y explotaban el cerro desde mucho antes de que se hablara de patrimonio. En 1987, la Unesco inscribió a Potosí en la lista del Patrimonio Mundial, debido en gran medida a la importancia histórica y cultural del Cerro Rico, y se supone que ese hecho debió servir para realizar labores preventivas, destinadas a preservar la montaña. Lo que se hizo fue todo lo contrario: siguió la explotación, sin ninguna medida de remediación de áreas intervenidas, así que comenzaron los hundimientos.

La Unesco mandó una misión y, al confirmarse la situación de riesgo en que se encontraba la montaña, en 2014, inscribió a Potosí en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro; es decir, en la antesala al retiro de la lista de privilegio.

Pese a eso, el Estado boliviano no movió un solo dedo para proteger el cerro.

La Ley 1197, de 1990, declaró Monumento Nacional a la montaña. Teóricamente, ya no debería de tocarse. El Decreto Supremo 27787 prohíbe trabajos en la cúspide, de la cota 4.400 hacia arriba. Recién este año, la Comibol admitió que hay cooperativas que trabajan justo ahí. Son ellas las culpables de los hundimientos. Los que investigamos esto lo sabíamos y ahora todo el mundo lo sabe. ¿Qué se hizo para remediar la situación? ¡Nada!

Es más, luego de una cumbre de culturas en la que se ratificó la necesidad de cuidar el Cerro Rico, los dirigentes cooperativistas involucrados sacaron a su gente a las calles y, en un discurso pronunciado en el mismísimo atrio de la catedral, nos dijeron que no saldrán de la zona prohibida. Apología del delito. ¿Qué se hizo para sancionarlo? ¡Nada!

Y, mientras, el Cerro Rico se está hundiendo.

Juan José Toro Montoya es Periodista