¿Qué representa hacer política hoy en la Bolivia de la transición? Primero cuestionar las etiquetas políticas. ‘Izquierda’ y ‘Derecha’, por ejemplo, conceptos que nacieron en la Revolución Francesa hace más de dos siglos y que ya no son suficientes para explicar una propuesta de país hoy.

La palabra que mejor define el desafío de hoy es: “Transformación”. Su fundamento es una realidad, el agotamiento de una propuesta histórica, la de Morales y el MAS, que fue relevante sin duda, pero que naufragó en el despotismo, el autoritarismo y la corrupción. Comenzó con un discurso muy atractivo de cambio, inclusión y fin del racismo, siguió con la revalorización de los principios que movieron el nacionalismo estatista de los años 50, que disfrazó mal la verdad, el crecimiento de un capitalismo salvaje en nuestra sociedad que pudo desarrollarse gracias a una larga etapa de precios internacionales de gas, minerales y granos. Nos vendieron la ilusión de que la bonanza que llegó de fuera era en realidad una propuesta económica sostenible en el tiempo. Los hechos demostraron que eso no era verdad. Fue -para decirlo claro- una feria del despilfarro y la irresponsabilidad, como si fueran propiedad personal.

Cuando un presidente recibe, por ejemplo, como “regalo personal” un canal de televisión valorado en millones de dólares, el botón de muestra es suficiente para entender la mezcla entre los intereses del país y los de una persona. Cuando los temas se mezclan así es que quien gobierna confunde su responsabilidad de administrador de los bienes del Estado, y se cree propietario de esos bienes. Así actuó Morales y así actuaron innumerables de sus funcionarios.

Por eso, se hace urgente una transformación económica basada en la innovación y la transparencia que apoye a los pequeños, medianos y grandes empresarios, que deje de conseguir ingresos solo de la extracción de nuestros recursos naturales, en la que Estado e iniciativa privada vayan de la mano.

La transformación social debe entenderse no solo como la reducción de la pobreza basada en mayores ingresos, sino trabajando en la reducción de la pobreza crónica por muerte de niños antes de cumplir un año, muertes de madres en el proceso de parto y enfermedades permanentes asociadas a esa causa. Complementada por una plataforma agresiva hacia la igualdad de la mujer y la lucha contra la violencia de género.

Es tiempo también de entender que la transformación ecológica debe asumirse como parte de nuestro modelo de desarrollo. Tiene que ver con mejorar la calidad de vida de nuestras ciudades, de las áreas protegidas, del desarrollo de franjas territoriales turísticas con riquezas naturales y de patrimonio cultural. Pero es necesario, sobre todo, construir respuestas a la vocación de nuestras tierras, a los requerimientos económicos empresariales de todo tamaño adaptados a su sustentabilidad y al respeto a los derechos de los pueblos indígenas y el respeto a los bienes comunes de todos los bolivianos.

Nada de esto sería posible sin una transformación de la democracia. Respuestas de presente y de futuro a los valores más importantes de la sociedad que construyan una justicia para todos, una verdadera separación de los cuatro poderes del Estado y el ejercicio pleno de derechos y libertades de todos.

En ese escenario el Estado tiene un rol que jugar en la educación, en la salud, en la construcción de condiciones amigables con la iniciativa individual y colectiva y, por supuesto, en la defensa de todos los bolivianos como personas, como consumidores, como productores, como espíritus libres. Este nuevo tiempo es el de la reconciliación y el reencuentro en el que debemos entender la igualdad y la equidad como desafíos de todos.

¿Izquierda y Derecha? No alcanzan para describir un compromiso con el futuro en clave de renovación generacional y de mente digital acorde con el siglo que vivimos.