“Te vas a enojar de lo que te voy a decir”, me advirtió. “Te aseguro que no”, le respondí. “Te repito, te vas a enojar”, insistió. “Adelante, ya verás que no”, le reiteré. Entonces, vino el sablazo: “El modelo de desarrollo cruceño no existe, querido Garycito”, lo dijo con un tono de cariño al final, para suavizar el golpe. Conociéndome como me conozco, especialmente cuando de Santa Cruz se trata, respiré profundo, conté hasta 20 en alemán (para serenarme más) y, con tranquilidad, le respondí: “¿De eso me debía enojar?”. Silencio sepulcral…

Ante el mutis de mi interlocutor, le inquirí: “¿Te puedo hacer ahora yo, unas preguntitas?”. “Claro que sí, pero ya sabes, no hay modelo cruceño. De que Santa Cruz crece, que hace bien las cosas, que son corajudos, que se caen y levantan, sí, es verdad, pero, de ahí a que eso es porque hay un modelo de desarrollo, no, hermanito”, insistió.

“A ver”, le dije, respóndeme lo siguiente: “¿Es verdad que todos los Departamentos del país tienen -unos más y otros menos- acceso a recursos naturales, mano de obra, recursos financieros y tecnología?”. Dijo que sí. “Ok, entonces, como nada se hace de manera espontánea ¿dirías que para que esos factores se conjuguen en buena forma para producir bienes y servicios para el país, para exportar y sustituir importaciones, son importantes las instituciones?”. “Claro”, me respondió (porque él es muy institucionalista).

Prosigo: “¿Estás de acuerdo que un entorno donde prima la libertad para decidir por uno mismo, sin tener que depender del Estado; donde hay un espíritu emprendedor que impulsa a la gente no solo a hacer, sino a ser; que le da coraje para competir en el mercado; que la orienta a la asociatividad y la solidaridad, y al imparable deseo de trascender por su propio esfuerzo productivo, del barrio a la ciudad, de la ciudad al Departamento, del Departamento al país y del país al mundo?”. “¡Pero, claro!”, me dijo (porque él pertenece al mundo empresarial).

“Entonces… ¿te gusta esto?”, le pregunté. “Definitivamente”, respondió. “Esto se llama… Modelo de Desarrollo Cruceño”, le dije. “Acabo de explicarte los 5 factores productivos y los 5 valores que lo sustentan”, añadí. Confieso que me sorprendió su reacción:

“Gary, Gary, Gary… No, pues ¡así es otra cosa! ¿Sabes? Harta gente ha descargado tu libro del IBCE y la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz sobre el Modelo de Desarrollo Cruceño, pero, querido hermano, te aseguro que mejor lo entenderían, así como me has explicado, sencillito, en facilito, deberías escribir una columna y titularla ´Un colla me dijo que el Modelo de Desarrollo Cruceño no existe´, te autorizo”, y se mató de risa…

Esta anécdota se dio, al conversar con un gran profesional, alguien a quien admiro desde hace muchísimos años por su integridad, idoneidad, sobre todo, por su honestidad intelectual. Cada vez que hablamos aprendo algo nuevo de quien fue una alta Autoridad de Estado en los difíciles tiempos post hiperinflación; además, Gerente General de marras en la prestigiosa Cámara Nacional de Industrias (CNI); Asesor General de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, hasta hace poco y, actualmente, Director de la CNI, a quien tanto quiere. Hablo de un gran amigo, el Ing. Gerardo Velasco Téllez, radicado en La Paz.

Me animé a escribir esta columna para referirme otra vez al Modelo de Desarrollo Cruceño por la conversación relatada y por una entrevista que, sobre el tema, le hicieron a Jaime Dunn De Ávila, Analista Financiero, en el programa “Fuego Cruzado” del Canal RTP, en La Paz -sede actual de sus funciones- justo el día de la Efeméride de Santa Cruz (24.09.2024). Fue una delicia oír al economista experto en el Mercado de Valores, con una trayectoria internacional como operador de la Bolsa de New York y NASD, ante la pregunta de “qué hacía Santa Cruz para crecer tanto a pesar de tantas complicaciones”. Dunn respondió:

“Me quiero remitir a una explicación que le escuché dar a un querido amigo, Gary Rodríguez, del IBCE (…) él decía: En el país todos tenemos las mismas reglas, como para hacer una torta; tenemos la misma receta, tenemos el agua, tenemos la harina, tenemos la vainilla, tenemos el chocolate, tenemos el azúcar, tenemos el horno. Tú puedes tener tres cocineros y la torta va a salir de tres sabores diferentes (…) eso te lleva al llamado modelo, más que un modelo económico, un “Modelo de Desarrollo Cruceño”, diría yo. No solamente es tener los ingredientes, es tener la forma, el conocimiento, las ganas, la actitud y la cultura para poder mezclar esos ingredientes de tal manera que tenga un resultado que, por supuesto, es diferente a otras regiones. ¿Por qué? Porque, el modelo de desarrollo de Santa Cruz no solo son factores de producción, factores económicos, sino, hay temas culturales, temas sociales y costumbres que vienen desde 1561”. Y, concluyó: “No se puede entender a Santa Cruz sin toda esa institucionalidad que han logrado fuera del Estado”. Maravillosamente cierto ¿verdad?