La tecnología, con sus luces y sombras, tiene un impacto significativo en el medio ambiente. Sin embargo, mediante prácticas sostenibles y avances tecnológicos, es posible mitigar estos efectos negativos.
Residuos tóxicos, basura electrónica, consumo de energía, emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, son evidencia de los efectos importantes de la tecnología y toda su cadena sobre el medio ambiente.
Alejandro Rodríguez, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, asegura que, evidentemente, la IA tiene innumerables efectos positivos y negativos no sólo en la cotidianeidad de las personas sino, principalmente, en el medio ambiente.
“Debemos entender la IA como una herramienta. Nosotros debemos ser los que evaluemos su impacto o resultados. No debemos tomarlos como verdades absolutas. Siempre habrá riesgos (…)”, sostiene el académico.
Según la Agencia Internacional de Energía, los centros de datos y las redes de transmisión de datos representan hasta el 1,5 % del consumo global de electricidad.
De hecho, un video de 15 segundos grabado en 2015 y almacenado en una herramienta como iCloud o Drive de Google ha generado aproximadamente 100 gramos de CO2. Si bien puede parecer una cantidad insignificante, al multiplicarse por la gran cantidad de datos similares almacenados globalmente, el impacto colectivo es alarmante.
El artículo “Energy and Policy Considerations for Deep Learning in NLP”, publicado en 2019 por la Universidad de Massachusetts advierte que en el entrenamiento de grandes modelos de inteligencia artificial (IA), durante el proceso se pueden emitir más de 626.000 libras de dióxido de carbono, que equivale a casi cinco veces las emisiones de un automóvil de por vida, además de su manufactura.
Por otra parte, los teléfonos móviles, a pesar de su tamaño, representan una fuente significativa de consumo energético y generación de residuos. La fabricación y uso de estos dispositivos emite aproximadamente el 2% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según estimaciones de la industria.
Además, la constante demanda de modelos más nuevos contribuye a un ciclo de consumo insostenible, donde los dispositivos desechados terminan generando toneladas de residuos electrónicos cada año.
El desafío está en los algoritmos verdes
Sin embargo, también pueden representar la esperanza de un futuro con aire y agua limpia. A través de nuevas tecnologías, científicos buscan maneras de limpiar los cielos, la tierra y los océanos, utilizando robótica, nuevos materiales y formas de producir energía,
La Inteligencia Artificial (IA), tampoco es ajena a esta tendencia y, a pesar de ser uno de los sectores más contaminantes, ya se desarrollan maneras de hacerla más amigable con el medio ambiente a través de algoritmos verdes.
“Los algoritmos verdes son los que se utilizan para minimizar el impacto ambiental de la tecnología, incluida la IA. Se centran en reducir el consumo de recursos, la huella de carbono y otros aspectos ambientales negativos”, explica Rodríguez.
El experto expresa que los algoritmos verdes son un conjunto de instrucciones o reglas definidas que consumen menos recursos y consiguen el mismo resultado que obtendría uno más complejo.
Esto es clave si se tiene en cuenta que el ciclo de vida de la IA, desde la fabricación de su hardware hasta su despliegue y eliminación, incide considerablemente en el consumo energético y la generación de residuos electrónicos, lo que a su vez afecta el medio ambiente.
“Básicamente, lo que se busca hacer es desarrollar algoritmos que permitan una convergencia más rápida durante el entrenamiento o requieran menos recursos computacionales, ya que estos podrían suponer un ahorro sustancial de energía y agua de los centros de datos”, puntualiza.
Adicionalmente, el experto señala que son innumerables los beneficios que la IA puede sumar en términos de protección del medio ambiente y la conservación de los recursos naturales y la biodiversidad.
Por ejemplo, el uso de machine learning puede ayudar a optimizar la generación y demanda de energía en tiempo real, a través de sensores y medidores inteligentes que pueden recopilar datos y monitorear, analizar y optimizar el uso eficiente en edificios, a fin de luchar contra el cambio climático.
También, detecta cambios en el uso de la tierra, la vegetación, la cobertura forestal o el uso del agua, como vital líquido elemento para la humanidad, así como las consecuencias de los desastres naturales, a fin de tomar decisiones políticas informadas, sobre todo ante posibles inundaciones o sequías.
Ayuda, también, a adaptar la eficiencia de los purificadores de aire que, gracias a la IA, pueden registrar la calidad del aire y datos ambientales en tiempo real. El pronóstico del tiempo y la resiliencia ante desastres a través de drones o sensores avanzados son monitoreados a fin de prevenir efectos adversos de los temblores, las inundaciones, las tormentas, los cambios en el nivel del mar y otros posibles desastres naturales.
Por último, la IA ayuda a las principales industrias a impulsar la creación de materiales bajos en carbono para sus productos.
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