La empatía es una de las cualidades más valoradas al momento de tratar y entender a las personas, ya sean familiares, pacientes, clientes, entre otros; sin embargo, cuando esta virtud se desborda puede provocar ansiedad, estrés, ira, problemas para dormir, dolores de cabeza y otros síntomas que pueden llegar a enfermar a quien sufre por problemas ajenos.

“En salud, este problema es conocido como síndrome de desgaste por empatía (SDE) y requiere de atención profesional”, alerta Tatiana Montoya, especialista en psicoterapia sistémica familiar y docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Carmiña Roca, odontóloga de profesión, confiesa que su empatía casi siempre la lleva a involucrarse demasiado con personas que atraviesan problemas y que en reiteradas ocasiones todo esto le causó depresión. Entre sus múltiples actividades altruistas, ella realiza cada año un voluntariado en algún lugar alejado del país para atender la salud bucal de la población, sobre todo de niños y ancianos, y es ahí donde escucha de cerca las necesidades de las personas.

Precisamente en su último viaje, a Inca Pampa, una comunidad de Coroico (La Paz), conoció a un abuelito que tenía una infección severa en el pie derecho a causa de una herida de meses que le impedía movilizarse. El anciano acudió al centro de salud, pero le negaron la atención debido a que no tenía papeles de identificación. El grupo de voluntarios lo curó, pero él necesitaba vigilancia y nuevas curaciones para evitar la amputación, que fue considerada por los médicos del grupo de voluntarios ante la gravedad.

Debido a que movilizarlo era complicado, Carmiña decidió quedarse más tiempo en el lugar para ayudarlo en su recuperación, más aún cuando el abuelito vivía solo y su edad ya era avanzada. En todo ese tiempo ella experimentó una mezcla de satisfacción, preocupación, pero sobre todo mucha tristeza.

“Por un lado fue gratificante ayudarlo, pero también me generó mucha preocupación imaginar cómo estaría él cuando yo ya no pueda acompañarlo. Mis obligaciones me ponen un límite y días después tuve que regresar a mi trabajo en la ciudad, y en todo el trayecto sentí rabia e impotencia de no poder hacer más por él. Me costó varias semanas recuperarme de la depresión en la que estaba, mientras intentaba seguir pendiente de su salud a distancia”, recuerda Carmiña.

En su memoria también están los rostros de una familia de cinco miembros en la comunidad más alejada de San Buenaventura (La Paz). El papá y el hijo mayor presentaron tuberculosis, conocida como la enfermedad de la pobreza porque el hacinamiento y el sistema inmune débil por desnutrición son los principales factores de riesgo, y lo más probable era que la mamá y los otros dos niños se contagien dada su situación. El tratamiento es gratuito, pero la lejanía y la falta de recursos imposibilitaron que ellos asistan al centro de salud, más aún cuando las pastillas se recogen una vez a la semana.

“La tuberculosis es una enfermedad que no solo daña los pulmones, sino también otros órganos que a la larga pueden acelerar la muerte y estamos hablando de toda una familia. Este caso me devastó, nadie nos hizo caso para ayudarlos. Llorar de impotencia fue lo que quedó y hasta el día de hoy siento tristeza, una especie de remordimiento, a veces hasta me sueño estando otra vez allá”, indica la odontóloga.

Los sentimientos de Carmiña encajan con el síndrome de desgaste por empatía, que Montoya define como emociones, pensamientos y conductas que son el resultado de empatizar profundamente con las situaciones dolorosas y traumáticas que viven otras personas. Esta condición es bastante recurrente en salubristas, psicólogos, trabajadores sociales, voluntarios y todo aquel que trabaje en torno al sufrimiento de un individuo.

La especialista aclara que no solo está relacionado con la profesión o el oficio, sino también con ciertas personalidades, como la alta sensibilidad y la dependencia. “Las personas que tienen estas características son quienes habitualmente van a querer ayudar a otros a resolver sus problemas, incluso con acciones que pueden estar alejadas de lo que realmente les concierne”.


¿Cómo identificar el síndrome de desgaste por empatía?

Montoya indica que entre las primeras señales del SDE están el desgano y el distanciamiento con el entorno, que a veces incluye hasta a la propia familia; también la rumiación o pensamientos obsesivos, que se presentan al experimentar o recordar con alta emocionalidad de forma repetida la situación ajena. La sobrecarga emocional, irritabilidad, sentimientos de impotencia, ansiedad, sentimientos de culpa o vergüenza, insomnio y dificultades de concentración son otros síntomas evidentes.

“Hay casos de personas del área de salud que cuidan a enfermos con cáncer terminal y que empiezan a desarrollar los mismos síntomas de la enfermedad pese a no tener fisiológicamente el indicio, pero sí lo sienten y es porque se identifican de manera profunda con la persona que está sufriendo, desde sus emociones, sus pensamientos, sus acciones, eso es el síndrome de desgaste por empatía”, menciona la psicóloga.

Pero existen también síntomas físicos que se manifiestan en forma de dolor de cabeza, aumento o disminución de peso, náuseas y mareos. Montoya señala que debido a que este tipo de síndrome aún no es muy conocido por la población y que son más los síntomas relacionados a salud mental que física, las personas piensan que pueden controlarlo sin ayuda, cuando existen tres tipos de intervenciones.

El abordaje terapéutico

Se trabaja desde la psicología de la salud y desde la medicina conductual en torno a una intervención primaria, secundaria y terciaria. La primera es sobre todo psicoeducación y consiste en informar y orientar a las personas sobre los riesgos de desarrollar este síndrome y cuáles son sus síntomas.

“La intervención primaria es precisamente identificar qué nos está pasando esto, que existe este síndrome y que está presente en la mayoría de personas que tiene contacto con otra en situación vulnerable”, explica la psicóloga.

La intervención secundaria es tomar directamente a psicoterapia para hablar sobre esto, de tal modo que el especialista halle un tratamiento adecuado. Y la terciaria es más comunitaria, se da cuando la persona busca una red de apoyo social con otras personas que atraviesan lo mismo y se puedan entender.

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