La adicción a las pantallas se ha convertido, en los últimos años, en un problema de salud mental creciente entre los niños y jóvenes. Ante este desafío, expertos coinciden en que la solución no radica en la prohibición absoluta, sino en la educación para fomentar un uso equilibrado y consciente de la tecnología.
“El uso excesivo de la tecnología puede tener varios efectos negativos en la salud mental. Los más comunes son la ansiedad y el estrés, ya que la constante conectividad y la sobrecarga de información pueden aumentar estos niveles”, explica Paola Hoyos, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz
Investigaciones realizadas por el University College London han demostrado que el uso excesivo de internet puede alterar la conectividad funcional del cerebro, dificultando la autorregulación emocional y fomentando comportamientos adictivos.
El “pantallismo”, definido como la adicción al uso prolongado de pantallas, puede alterar la salud mental de los adolescentes al reconfigurar sus hábitos, relaciones e, incluso, la percepción de sí mismos. Según estudios recientes, pasar más de tres horas diarias en redes sociales duplica el riesgo de desarrollar ansiedad y depresión en los jóvenes. Además, el uso problemático de estas plataformas impacta en la calidad del sueño, la autoestima y el rendimiento académico.
“Las redes sociales influyen en la autoestima y el bienestar emocional de varias maneras. La comparación social es una de las más significativas, ya que ver las vidas idealizadas de otros puede llevar a comparaciones negativas y sentimientos de insuficiencia”, añade la psicóloga.
Por otra parte, la adicción a la tecnología es otro tema crítico que afecta nuestra salud mental. La obsesión por los videojuegos, las redes sociales y el uso compulsivo de smartphones son fenómenos cada vez más comunes.
Según un informe de la Fundación Kaiser Family, los jóvenes pasan en promedio más de siete horas al día frente a pantallas, lo que puede conducir a problemas de sueño, irritabilidad y estrés.
“El impacto de la tecnología en la salud mental varía según los grupos de edad. En niños y adolescentes, la tecnología puede afectar su desarrollo emocional y social, haciéndolos más susceptibles al ciberacoso y la presión de las redes sociales”, explica Hoyos.
El impacto de la tecnología en nuestra salud mental es complejo y multifacético. Mientras que nos proporciona herramientas poderosas para la conexión y el bienestar, también puede ser una fuente de estrés y ansiedad. Es esencial que aprendamos a gestionar nuestro uso de la tecnología de manera consciente.
La adolescencia, una etapa caracterizada por la plasticidad cerebral, resulta especialmente vulnerable a estos estímulos.
En este contexto, Australia marcó un hito en la regulación del acceso de menores a las redes sociales al aprobar una ley que prohíbe el uso de estas plataformas a quienes tengan menos de 16 años. Esta medida, respaldada tanto por el gobierno como por la oposición, obliga a las empresas tecnológicas a implementar mecanismos para verificar la edad de los usuarios. En caso de incumplimiento, se enfrentan a multas de hasta 49,5 millones de dólares australianos.
Sin embargo, aunque esta normativa busca proteger a los jóvenes de los riesgos asociados a las redes sociales, como la adicción, la ansiedad y la depresión, varios especialistas advierten que la prohibición, por sí sola, no soluciona el problema.
La educación, la clave para evitar el pantallismo
El experto español en innovación tecnológica, Pepe Menéndez, sugiere que la solución está en educar a los niños y jóvenes sobre el uso responsable de los dispositivos.
“Prohibir el móvil equivale a renunciar a la oportunidad de enseñar disciplina y autocontrol. Es crucial que los padres y las escuelas supervisen y regulen su uso para que los jóvenes desarrollen habilidades digitales conscientes y equilibradas”, explica Menéndez.
Por su parte, Ricardo Román, director del colegio Alberto Blest Gana de Chile, afirma que la solución del problema no pasa por la prohibición o restricción del acceso a internet o a los teléfonos celulares, sino que “bien regulados y enfocados, (estas herramientas) pueden ser útiles para generar aprendizajes profundos y significativos en todas las asignaturas y niveles”.
A su vez, Hoyos sugiere tomar algunas medidas preventivas a fin de lograr que la interacción de los niños y adolescentes con la tecnología sea positiva, desde tener control en las horas de uso, supervisión de un adulto o tutor, comunicación asertiva de los tutores con los niños y adolescentes, no darle al niño el celular como si solo fue una herramienta de distracción, hasta aprovechar las nuevas herramientas de manera positiva en cualquier área que se utilice.
“Encontrar un equilibrio entre estos objetivos será fundamental para garantizar un futuro saludable y sostenible para nuestros niños y adolescentes. La tecnología tiene que ser una aliada para nuestras vidas y no un perjuicio ni incomodidad en la vida de nuestros hijos”, reflexiona la académica.
Lea también
Educación y sociedad
Uso de apps educativas aumenta hasta en 80% durante las vacaciones, según estudio
Estas apps, ricas en recursos didácticos, juegos y retos ayudan a los estudiantes a complementar su aprendizaje a través de dispositivos móviles como smartphones y tabletas.