5 billones de bolsas de plástico se utilizan en todo el mundo cada año. Son 10 millones de bolsas cada minuto y el 70% de ellas va a parar al medio ambiente. El plástico con el que están hechos se calcula que tarda entre 100 a 1.000 años en descomponerse.  

La contaminación por plásticos es un peligro visible que afecta a todas las comunidades del mundo. Así lo refiere la huella ecológica, un indicador de sostenibilidad utilizado a escala internacional.

Conscientes de esta realidad Michelle Gisbert y Karen Villarroel, estudiantes de la carrera de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Franz Tamayo – Unifranz, decidieron recurrir al bioplástico como una opción amigable al momento de reemplazar las bolsas de plástico. Se trata de una solución de fácil producción y menor tiempo de degradación. 

Los bioplásticos son un tipo de plásticos fabricados a partir de materiales orgánicos biodegradables. “Nos inspiramos en el propósito de crear un producto que a futuro pueda ser capaz de reemplazar al plástico común, ya que éste contribuye en gran medida al cambio climático contaminando nuestro hábitat y la vida silvestre en general”, afirma Karen, al momento de presentar el resultado final del proyecto. Utiliza la cáscara de plátano o banana, como principal recurso.

La banana, es una fruta de toda estación, de alto contenido vitamínico y mineral. Su cáscara, que habitualmente es desechada tras consumir el fruto, es el elemento vital que inspira a las estudiantes a la producción de bioplástico.

"Decidimos usar plátano porque es una fruta de precio muy accesible y de alto consumo en la población (..) Es la base del proyecto que busca imitar al plástico, pero al no estar producido a partir del petróleo, es una solución amigable para cuidar nuestro ecosistema”, menciona Michelle.

La similitud de la consistencia resistente y elástica está en el almidón que contiene la cáscara del plátano, aseguran las investigadoras.  La tarea inicia con la deshidratación de la cáscara, para luego ser triturada, pesadas y con rigor milimétrico, mezcladas con almidón de maíz (maicena), agua destilada y glicerina.

La mezcla es llevada a 70°c para emulsionar. La emulsión, líquida aún, se filtra dos veces y luego se esparce en una superficie plana y antiadherente para su secado. Karen, indica que el grosor del laminado puede aportar a la resistencia del material.

Una de las metas principales de las proyectistas es poder industrializar el bioplástico. “Sería un gran logro para nosotras. Con ello podríamos reemplazar de a poco el uso del plástico y reducir la contaminación”, concluyen al momento de exponer el resultado.

Cochabamba concentra cerca del 71% de la producción nacional de banana. Los principales municipios de cultivo son Puerto Villarroel, Villa Tunari, Chimoré, Entre Ríos y Shinahota. En La Paz, los yungas es la región que concentra el 25% de su producción, según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).

Daniel Pinto, director de la carrera de Bioquímica y Farmacia de Unifranz valora la investigación de las estudiantes. “Es importante producir conocimiento que desarrolle competencias que se conviertan en un beneficio para la humanidad y el planeta, es decir generar verdaderos agentes de cambio”.   

El proyecto responde a uno de los objetivos planteados por  Naciones Unidas. El punto 12 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propone garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.

La propuesta del bioplástico busca aminorar el uso, producción y consumo de plástico, crear una nueva alternativa y fomentar el uso de nuevos materiales que reduzcan el impacto ambiental.

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