ECONOMÍA
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Por: Ruddy Sanguino, analista económico y profesor universitario
El Modelo Económico, Social, Productivo y Comunitario (MESPC) de Bolivia, lanzado en 2006, fue presentado como una solución mágica a la pobreza y el subdesarrollo, una película de fantasía al estilo de Hollywood, prometiendo una economía blindada y un crecimiento estable, aspirando a convertir al país en la "Suiza de Latinoamérica". Sin embargo, estas promesas se basaron en expectativas poco realistas, aunque muchos bolivianos se ilusionaron con esta película.
En sus inicios, el modelo mostró un crecimiento sostenido gracias a condiciones favorables, como el aumento de precios de materias primas y una fuerte inversión privada en hidrocarburos realizada antes de la llegada del MAS al gobierno. Para 2013, Bolivia alcanzó un crecimiento del 6.8%, exportando 12,372 millones de dólares y mostrando un superávit fiscal promedio del 1.81%, llegando a acumular ahorros por 14,430 millones de dólares en las RIN. Sin embargo, esta "película" comenzó a cambiar cuando las condiciones internacionales se deterioraron: los precios de las materias primas cayeron y las reservas de hidrocarburos se agotaron, debido a la falta de inversión en exploración por parte de gobierno que monopoliza este sector.
Desde 2013, el crecimiento económico se desplomó a 3.1% para 2023, con una caída drástica del -8.7% en 2020 por la pandemia. Las exportaciones se redujeron a 10,911 millones de dólares, generando un déficit comercial de 585 millones de dólares para el 2023. La caída de los ingresos de dólares a la economía, llevó a una devaluación real de la moneda boliviana del 36.7% en 2023, encareciendo las importaciones, costos de producción y causando escasez de productos, lo que a su vez aumentó la inflación, haciendo que las empresas y familias vivan un infierno cada día. El déficit fiscal promedio del 7.4% se ha mantenido por una década, significa que el gobierno gasta 3,000 millones de dólares más de lo que le ingresa y se proyecta que esto siga en aumento debido al continuo crecimiento del gasto público.
Hoy, el desenlace de esta historia es preocupante. La crisis económica se agrava por problemas estructurales no abordados, como la dependencia de los recursos naturales. La prometida diversificación no se materializó, y la economía se enfrenta a bloqueos y escasez de dólares, causando pérdidas millonarias en producción. En solo 10 días, se han reportado pérdidas directas de aproximadamente 360 millones de dólares, lo que intensifica la desconfianza y la incertidumbre tanto a nivel nacional como internacional.
A esto se suma una profunda crisis política, marcada por la polarización y la falta de diálogo, erosionando las instituciones democráticas y paralizando la toma de decisiones. La inestabilidad institucional ha amplificado la incertidumbre económica y social. Socialmente, a pesar de las promesas de mejora en la calidad de vida, hoy se observan niveles crecientes de pobreza y desempleo, reafirmando la idea de que el MESPC fue una ilusión.
Finalmente, lo que se observa es el colapso de un modelo económico que se basó más en promesas que en un análisis serio de la realidad, dejando a Bolivia en una situación crítica, que, si no se toman medidas adecuadas y urgentes, esta situación tiende a una debacle total.