“Lo conocí de unos cuatro o cinco años en el Club de Tenis de Trinidad. El tenis en él era nato, nació para el tenis. Lo único que hicimos fue ayudarlo a conseguir más”, dice Víctor Farell, un hombre moreno que ahora dice orgulloso que él fue uno de los primeros entrenadores de Hugo Dellien, el tenista número 94 del ránking ATP: el único boliviano capaz de plantarse en segunda ronda de un Grand Slam en los últimos 36 años.

A pocos días de hacer sudar al griego Stefanos Tsitsipas en el court central de Roland Garros, Hugo ya ha provocado una revolución en el tenis trinitario. “Antes eran 22 los alumnos del Club de Tenis, ahora tenemos 90”, dice Álex Román, un trinitario que trató ser profesional en el deporte blanco hace unos 25 años. No es la única escuela que cosecha el furor por el Tigre moxeño. Se ha abierto el Club Sabana y en una semana sus alumnos se triplicaron, de 10 a 30, y se han traído un entrenador desde Santa Cruz de la Sierra para que forme a los cachorros de tigre.

El beniano viene de jugar el Roland Garros en la arcilla de París. Foto. AFP

El ídolo

Hugo Dellien volvió como un héroe de guerra a su pueblo el viernes, pero toda historia con final feliz esconde años de sacrificio y frustraciones.

 “La gente no sabe, pero hubo torneos en los que no le daba ni para pagarse un alojamiento con baño privado”, confiesa Farell, sin ocultar su orgullo. En una de sus visitas, Dellien le confesó a su viejo entrenador que para perseguir su sueño debió dormir en hostales, compartir el cuarto y los baños con desconocidos.

Carlos Cáceres, un entrenador cruceño recién mudado a Trinidad también cree que hay algo innato en Dellien para el tenis. No lo conoció de niño, pero sí a sus hermanos, Murkel e Iker. Del segundo de los Dellien dice que tiene una derecha impresionante, el cañón que le falta a Hugo, pero pese a que había interesados en financiar sus inicios en el profesionalismo, decidió por aceptar la beca en la Universidad de Wichita, en Kansas. “Cuando termine la universidad voy a tener 23 años, la misma edad a la que ‘explotó’ Hugo”, se ilusiona Murkel. Hugo se ríe y confiesa que no sabía que decían que los Dellien tenían una especie de físico innato para el tenis. “Creo que todos somos iguales, solo que trabajamos para ir mejorando de apoco”, cuenta.

Break point

Alejandro Barbosa, un argentino de más de un metro noventa, es el preparador físico de Hugo. Comenzaron a trabajar juntos hace tres años cuando el beniano volvió al tenis. Fueron cinco semanas de pretemporada antes de comenzar a jugar torneos Future, los campeonatos de entrada a la ATP. “Todo fue muy rápido y se dio de manera progresiva. En poco tiempo comenzó a jugar los torneos grandes, y sorpresivamente subió al ranking 140. Nos encontramos que teníamos que prepararlo para los grandes torneos”, dice. Cuando se le pregunta a Dellien dónde estuvo el punto de quiebre de su carrera, responde que en Brasil. En febrero de este año, se metió desde la qualy en el ATP de Río de Janeiro y llegó a cuartos de final.

En mayo, en el Abierto de Madrid, Hugo estaba feliz. Había obtenido la mejor victoria de su vida contra el 29 del mundo, Gilles Simon, y creía que solo iba a ‘disfrutar’ su partido contra Kei Nishikori, un japonés rapidísimo, número 6 del mundo. Pese a perder por un doble 7/5, cayó en cuenta que estaba para competir, no solo para disfrutar.

Lo que vino después fue casi un sueño. Llegó hasta cuartos de final en el Abierto de Génova y cayó en court central contra Zverev, el ‘próximo Federer’ y número 5 del mundo. Esta vez, se fue ganándole un set. Eso le permitió entrar al cuadro principal de Roland Garros, donde limpió a un francés ignoto en tres sets corridos en primera ronda para pararse ante otro Top Tem: Stefanos Tsitsipas, número siete. Le ganó el primer set, sufrió un esguince de tobillo y cayó tres a uno. Ahora es el número 94 del mundo. Mientras no mejore su ranking se encontrará a los ‘monstruos’ en segunda ronda de los torneos grandes o en tercera de los ATP 500.

La élite

Su fuerte claramente es su físico, es un privilegiado”, dice Barbosa. “Para ganarle tiene que estar a tope”, añade, pero confiesa que se viene lo más duro: “No lo favorece jugar tanto en cemento y en césped, que viene ahora en Wimbledon”. Las características de Dellien son para polvo de arcilla. “Tiene un ‘tenis ladilla’, es de esos jugadores que nunca dan una bola por perdida y hacen largo el punto”, define Cáceres. ‘Tenis ladilla’ es el mismo término que usaba Pico Mónaco para definir su juego y el de Rafael Nadal cuando comenzaron en el ATP.

Es propio de los argentinos y españoles y solo es efectivo para la temporada de tierra, solo un 30% de los torneos de ATP. Hugo está consciente de que será como un nuevo comienzo. Dice que para adaptar su juego a otras superficies hay que entrenar y competir en ellas.

Lo primero es comenzar a sentirse cómodo en la movilidad y el ritmo de los peloteos. Barbosa confía en él, porque lo mejor que tiene Dellien es su humildad y capacidad de trabajo es admirable. “Creo que el trabajo a la larga paga y no es casualidad que Hugo esté ahora acá”, dijo el que lo pone a punto físicamente.