El Chocó Andino, el tesoro natural que tiene Ecuador a menos de dos horas del centro de Quito, celebró seis años como reserva de la biósfera con una demostración del amplio abanico de posibilidades que este vasto rincón ofrece a los turistas, con actividades de aventura, naturaleza, cultura y gastronomía.

Con una extensión de 287.000 hectáreas en las que se encuentran doce tipos diferentes de bosques, cerca de la mitad de este territorio está dentro del Distrito Metropolitano de Quito, al que pertenecen más de 124.000 hectáreas repartidas en las seis parroquias rurales que forman la Mancomunidad del Chocó Andino (Calacalí, Gualea, Nanegal, Nanegalito, Nono y Pacto).

En Calacalí, la localidad considerada como la puerta de entrada al noroccidente de Quito, acogió este año el séptimo Festival del Chocó Andino, que se celebró del 7 al 12 de octubre con un nutrido calendario de actividades como ferias de emprendimientos, productos orgánicos y artesanías, así como caminatas, rutas en bicicleta, visitas a fincas y presentaciones artísticas.

A bordo de bicicletas los asistentes al festival pudieron recorrer una ruta de 36 kilómetros que partió desde Calacalí y pasó por la Reserva Geobotánica Pululahua, creada en torno a uno de los pocos cráteres volcánicos habitados en el mundo.

Así llegaron hasta la comunidad de Yunguilla, que alberga el único ejemplo hasta ahora de turismo comunitario de Quito, donde sus visitantes pueden descubrir la forma de vida de sus habitantes, la manera de fabricar sus artesanías y las elaboraciones de su cocina tradicional.

"Lo que buscan es que el turismo sea una estrategia de conservación para la biodiversidad y que genere empleo a la gente local", comentó a EFE Gerson Arias, jefe de Operaciones e Investigación Turística de Quito Turismo, la agencia municipal de promoción turística de la capital de Ecuador, que apoyó la organización del festival de la Mancomunidad del Chocó Andino.

"Eso ayuda mucho a parar la migración de jóvenes de la zona rural a la zona urbana. Permite generar ingresos y empleo a la gente local y sobre todo ayuda a diversificar la economía", anotó Arias.

Osos andinos y aves 

Entre los principales atractivos del Chocó Andino está el oso de anteojos, uno de los símbolos emblemáticos de esta zona de Quito, protegido a través del Corredor Ecológico del Oso Andino, que abarca parte del Chocó Andino y trasciende a otras zonas rurales de la capital ecuatoriana como la Ruta Escondida, donde están poblaciones de postal como Perucho y San José de Minas.

"A través de estudios, la Secretaría de Ambiente (del Municipio de Quito) ha identificado a alrededor de cien osos de anteojos que viven en su hábitat natural", recordó Arias como parte de un acuerdo de colaboración.

"Y justo en esta época se les puede apreciar fácilmente en (el bosque nublado de la) Reserva Maquipucuna, porque en esta época crece el aguacatillo, que les gusta a ellos. Basta con caminar a veces cinco minutos para verlos encaramados a los árboles mientras degustan esta fruta", relató.

Con diversas cataratas para refrescarse y ecosistemas que varían en un terreno cambiante, que oscila entre los 500 y los más de 4.000 metros de altitud, el Chocó Andino es también uno de los lugares predilectos para los especialistas en avistamientos de aves.

A este punto suelen llegar numerosos visitantes de diversas partes del mundo para avistar en su hábitat natural a aves tropicales como diversas especies de tucanes, el gallito de las rocas y distintos tipos de colibríes, que son parte de las más de 800 especies de aves que habita en los bosques del Chocó Andino.

Gastronomía bajo estudio 

En la feria también llegaron productores del Chocó Andino que cultivan productos agroecológicos como frutas tropicales, café, lácteos y dulces que los visitantes pudieron adquirir directamente a los agricultores, sin intermediarios que encarezcan el coste.

Desde Quito Turismo se está trabajando en un proyecto con chefs y especialistas en gastronomía para recuperar al menos diez recetas típicas del Chocó Andino, elaboradas con productos de la zona, para ponerlas en valor y estructurar una propuesta culinaria para atraer a los turistas también a través de la gastronomía.

"Además de tener el centro histórico, que es el principal atractivo de Quito, también tenemos una zona de biodiversidad donde se puede promocionar el turismo de naturaleza y el ecoturismo a través de áreas protegidas, fauna silvestre y sobre todo su gente, que está unida y empoderada para conservar la biodiversidad", concluyó Arias.

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