Más allá de su significado religioso y social, la Fiesta del Sacrificio o Eid al Adha que los musulmanes de todo el mundo celebraron esta semana es una demostración del apego, gastronómico y cultural, que los árabes siempre han tenido por la carne.

Eid al Ahda, que coincide con el tercer día de la peregrinación en La Meca, conmemora cómo el profeta Abraham sacrificó a un cordero en agradecimiento a que Dios había perdonado en el último instante la vida de su propio hijo. La fiesta en la que se sacrifica un cordero o un carnero es una expresión del lugar preeminente que la carne tiene como alimento estrella para cualquier árabe; el propio Mahoma en un hadiz, transmitido por uno de sus compañeros, decía que "la carne es el mejor alimento de los dos mundos".

El carnero está asociado a los eventos sociales musulmanes: para celebrar el nacimiento de un hijo se sacrifica un carnero y lo mismo se hace para celebrar una circuncisión o una boda.

Es además una demostración de hospitalidad y de generosidad el ofrecer a los invitados un banquete a base de carne, y la máxima expresión será un mechui (un cordero asado).

Basta ver en cualquier ciudad árabe la cantidad de carnicerías que existen en cualquier barrio frente a las pescaderías; un árabe considera que come "mucho pescado" cuando lo consume una vez por semana.
En Marruecos, por ejemplo, un país con más de 2.000 kilómetros de costa (atlántica y mediterránea), el consumo de pescado por habitante no supera los 12 kilos al año.

La antropóloga portuguesa María Cardeira da Silva, especialista en el Magreb, atribuye esta realidad a la "centralidad de la carne y la leche en las prácticas rituales" de los musulmanes y los árabes, procedentes de una cultura beduina de pastoreo y de caza más aferrada a la tierra.

La Fiesta del Sacrificio -comenta Cardeira- ha sabido adaptarse a la lógica del mercado y conciliar los valores tradicionales con los comunitarios, pero valores típicamente contemporáneos y globales como la preocupación por la salud y la prevalencia de estilos de vida individuales pueden suponer una amenaza a la fiesta más carnívora del calendario