Tras las movilizaciones ciudadanas que volvieron a paralizar el país por segunda vez en lo que va del año, en demanda del respeto a los resultados del 21-F, hace falta, en el núcleo del poder, una mejor interpretación de estos hechos, en vez de satanizarlos, minimizarlos y descalificarlos, además de atribuirles determinados lineamientos políticos. Ante el avance del país hacia una peligrosa polarización, se hace imprescindible una mirada más amplia y profunda, una actitud diferente, del régimen gobernante. Lo demanda con urgencia nuestra tan manoseada democracia y la cacareada unidad de los bolivianos.

Diosdado Cabello, la figura más influyente del régimen dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela, acostumbra blandir un garrote en sus frecuentes apariciones frente a las cámaras de televisión. La imagen es perturbadora porque muestra el talante violento de los abusivos detentadores del poder frente a opositores y disidentes en un país en crisis, desgarrado y sufriente bajo los efectos del populismo bolivariano en vías de agotamiento. Es por eso que el oscuro hombre del garrote  acelera, a puro golpe, la búsqueda del poder total, tras haber sugerido la convocatoria de una doble elección, legislativas y presidenciales, el 22 de abril próximo. Más garrotazos contra la libertad y la democracia en Venezuela.

Son varias las razones por las que Río de Janeiro se ganó, desde principios del siglo XX, el apelativo de ‘Ciudad Maravillosa’ tras vivir, en el siglo anterior, de espaldas a la costa, una época de caos e insalubridad. Ahora, la famosa urbe carioca soporta el azote de una violencia sangrienta con decenas de muertos y heridos por la guerra desatada entre el crimen organizado y el narcotráfico. Una de las causas es el fracaso de las políticas de seguridad pública. A tomar nota ante el crecimiento descontrolado que vive Santa Cruz de la Sierra, la más grande, desprotegida y vulnerable ciudad boliviana.