A Kamila Pacassi la apuñaló un sistema. Es cierto, Edwin Marco Calle hundió reiteradas veces el puñal que le quitó la vida. Pero ese video repetido una y mil veces en grupos de WhastApp segó el recuerdo de una joven que soñaba con marcar la diferencia desde la educación. El morbo nos ganó como sociedad y nos distrajimos en el comentario de los detalles postergan, quién sabe hasta cuando, el debate de fondo. ¿Por qué permitimos un machismo posesivo que se fundamenta en la violencia para imponer su voluntad?

Hemos perdido, como sociedad, el sentido crítico y el norte de los valores humanos. Sí, es cierto, autoridades de todo nivel quieren deslumbrarnos con sus discursos en defensa de los derechos humanos. Y los felicitamos por ello. Los aplaudimos tan fuerte que el ruido ensordecedor que provocan las palmas logra ocular las miserias de una sociedad desgarrada por la violencia. Ese ruido cómplice de adulos y palmaditas al poder acallan los gritos desesperados de quienes claman una ayuda que no llega.

Más leyes es la promesa de los políticos. ¿Será que, por ley, se pueden recuperar los valores fundamentales para la convivencia social? Son capaces, los políticos, de reglamentar cómo ejercer el respeto, la solidaridad y la empatía. En eso basan su poder, el ordenar la sociedad a su antojo para garantizar su permanencia. Lejos queda el sentido de servicio que otrora iluminó a las autoridades; lejos queda el aporte de los políticos en pro de ayudar a los ciudadanos y mejorar la sociedad en su conjunto.