Cuando caminas por la calle, hay muchas personas, hechos o cosas que llaman tu atención. De pronto, tu cerebro se focaliza en esa parte de la realidad. Sin más, la almacena inconscientemente en tu memoria episódica. Si le das significado y sentido, pasas de la atención a la concentración. En ese momento, trabaja tu memoria semántica. Empiezas a aprender.

El español Héctor Ruiz Martín, director de la International Science Teaching Foundation, biólogo e investigador en los campos de la psicología cognitiva de la memoria y el aprendizaje, afirma que la memoria semántica abstrae la realidad. Es decir, traduce el mundo objetivo en conceptos e ideas.

En este sentido, el proceso cognoscitivo comienza con la atención. Luego, transita a la concentración para focalizar el hecho, tema o aspecto que interesa al cerebro. En consecuencia, podemos deducir que la atención es involuntaria y la concentración, voluntaria.

Justamente por esta razón, las clases virtuales no son muy aconsejables. El medio ambiente que rodea al estudiante, que generalmente es una habitación de su casa, está lleno de estímulos internos y externos que des-focalizan su atención y reducen su concentración. Conclusión: el estudiante está virtualmente presente; pero mentalmente, ausente.

Cierto, las clases universitarias virtuales trajo ventajas. Por ejemplo, permite al estudiante organizar su tiempo y acceder a las sesiones desde cualquier lugar remoto con conexión a internet. Es más, le ayuda a reducir gastos asociados al transporte, a la vivienda y a otros costes que demanda la migración por razones de estudio del lugar de origen a otro.

Lamentablemente, las evidencias empíricas han demostrado que la modalidad virtual redujo la calidad de la educación. La brecha digital, la deficiente señal de internet, la carencia de dispositivos tecnológicos personales, la precaria formación en recursos tecnológicos de los profesores y hasta la falta de seguimiento de éstos a los estudiantes han sido identificados como causas.

En mi condición de docente universitario, infiero que hay un factor más determinante para concluir que las clases presenciales son irremplazables, al menos por ahora. Para demostrarlo, voy a citar las investigaciones del neurocientífico congnitivo francés, Stanislas Dehaene, sobre el proceso cognitivo del cerebro, el órgano biológico más importante del ser humano.

“Aprender es modificar los parámetros del cerebro para crear un modelo del mundo exterior”, explica Dehaene. En esta perspectiva, el científico francés señala cuatro principios orientados a cristalizar el aprendizaje:

  1. Atención.- El cerebro selecciona una información y lo amplifica. Dehaene asegura que el cerebro ve o percibe sólo aquello a lo que presta atención. En suma, se enfoca sólo en lo que quiere que aprendas.
  2. Compromiso activo.- Dehaene asegura que el cerebro no es un órgano pasivo porque aprende cuando proyecta una hipótesis y genera una idea.
  3. Corrección de error.- Dehaene y otros neuroeducadores como Francisco Mora coinciden que el cerebro no aprende si no hay señales de error.
  4. Consolidación – buen sueño.- Héctor Ruiz, Stanislas Dehanes, Francisco Mora y otros neurocientíficos/neuroeducadores coinciden que los conocimientos adquiridos se consolidan con el sueño.

Por las razones expuestas, no son aconsejables las clases virtuales, al menos por ahora.