Oscar Mario Tomianovic​

Durante una de taller de tesis, asigné una tarea bastante simple: Recopilar tres artículos académicos sobre el tema que se deseara investigar durante el año. La mayoría de mis estudiantes cumplió a cabalidad.

No obstante, me llamó la atención un artículo en particular. Era sobre la crisis política del 2019 y tenía una línea discursiva bastante marcada. ¿Hacia qué lado? Eso es irrelevante. Lo importante, en todo caso, es que, en ese artículo, lo ideológico primaba por sobre lo académico; la descalificación por sobre el análisis; los adjetivos por sobre los hechos. Tras una breve explicación de por qué eso era un problema, incentivé a no descartar el trabajo, pese a la limitación señalada; en cambio, lo mejor, dije, sería complementar y comparar ese trabajo con otro de mejores características: serio, académico, mesurado y, de ser posible, con respaldo documental y contemplando aspectos cuantitativos.

Nada más terminar de dar esta clase, me topo con un artículo de Miguel Ángel Marañón, titulado "Los libertarios, realidad vs. fantasía". El título, de entrada, es sugestivo y polémico. Si bien me parece que esta práctica es legítima, fuerza al autor a que su sarcasmo se iguale con la severidad de sus argumentos. Adelanto que no es el caso.

De entrada, Marañón habla de "teoría" libertaria, así, con comillas. ¿Busca dar a entender que el pensamiento liberal es una suerte de ideas vagas y sin ningún tipo de ordenamiento intelectual? Si la respuesta es no, ¿para qué las comillas? Si la respuesta es sí, entonces se desconocen siglos de tradición y teoría, así, sin comillas. Que se esté en desacuerdo con una teoría política no le quita el estatus de teoría, como puede pasar con la teoría política del fascismo o de la socialdemocracia.

En segundo lugar, Marañón incurre en una primera mala representación de lo que llama teoría libertaria. No, los libertarios no dicen que, reduciendo el nivel de consumo se reducen las presiones inflacionarias. Este análisis, en seco, tiene su verdad. Si hay una cantidad limitada de bienes y se reduce el número de personas pujando por esos bienes, su precio disminuirá. De ahí los juegos con las tasas de interés que promueven los bancos centrales, ya sea subiendo la tasa para enfriar la economía o bajándola para inducir dinamismo y movimiento. Oferta y demanda son elementos de la teoría económica que van más allá de las ideologías. Nótese que esta medida busca atacar uno de los síntomas de la inflación, pero no sus causas: la emisión.

En cualquier caso, esto no es lo que Javier Milei afirma. Ni Milei, ni los libertarios, creen que reducir el consumo sea la panacea para reducir la inflación. La lectura de Milei, y basta con ver sus discursos o leer sus artículos, no pasa por restringir el consumo, sino por cerrar el déficit fiscal crónico de Argentina, que se financia continuamente con emisión y deuda, generando desequilibrios macroeconómicos que, en más de una ocasión, derivaron en default, con las consecuentes repercusiones sobre el valor de su moneda, la inversión y facilidad para hacer negocios.

Luego, Marañón menciona que la tasa de desocupación en Argentina es superior al 45% (!). Esto es preocupante, pues nos dice mucho de la calidad del análisis. Según datos del Banco Mundial, con base a estimaciones modeladas de la OIT, el país con mayor tasa de desocupación para 2023 fue Eswatini (Suazilandia), con un 37,64%, seguido por Sudáfrica con un 27,99%, lejos de Argentina, que pese a su delicada situación económica presentaba una tasa del 6,18%.

¿De dónde saca ese 45% Marañón? Supongo que de una mala lectura de las cifras: El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publica un estudio sobre desempleo, dando a conocer que, a partir de una muestra del 48% se encuentran 1,1 millones de desempleados. No obstante, haciendo la estimación para la totalidad de la economía argentina, se calcula que el total de personas sin empleo sea de 1,7 millones. Carlos Manzoni, en un artículo para La Nación, lo explica de manera simple: "Según la publicación oficial, en la Argentina hay 1,1 millones de personas desempleadas y 13,1 millones de trabajadores ocupados –de los cuales 9,8 millones son asalariados y 3,3 millones son no asalariados–. Todo esto en un contexto de una población económicamente activa de 14,2 millones (48% del universo de 29,6 millones que representa la Encuesta Permanente de Hogares, que abarca 31 conglomerados urbanos); pero al calcular una proyección al total del país, la cifra de desocupados arroja 1.740.816 personas".

Sobre la inflación diré poco. Milei logró reducir las tasas de inflación a un sólo dígito, evitando lo que pudo ser una hiperinflación si se mantenía la tendencia observada durante la gestión de Massa. Al cambiar la estructura de pasivos del BCRA, reduciendo aquellos que generan deuda (remunerados), Milei fue capaz de reducir la inflación, pues esta medida fue acompañada de una disciplina fiscal importante, misma que le ha permitido tener un superávit en este respecto.

Por último, para que quede en claro la falta de rigor, Marañón aduce que "a los libertarios no les interesa o no es prioridad para ellos el aspecto social, lo que les interesa es que los datos financieros sean positivos". Casualidad o no, leo esto mientras un ejemplar de "Más allá de la oferta y la demanda" del célebre Wilhelm Röpke descansa sobre mi escritorio. Aquel que conozca los aportes de Röpke a la teoría liberal/libertaria sabrá de lo que hablo. Aquellos que no, no estarán en posición de decir que "a los libertarios no les interesa o no es prioridad para ellos el aspecto social, lo que les interesa es que los datos financieros sean positivos".

En lugar de análisis simplistas, se debería analizar las causas del desastre económico argentino: elevado déficit fiscal; emisión monetaria descontrolada, sobrerregulación, entre otras. Es la diferencia entre un análisis académico y uno simplemente ideológico.