En algún punto es desesperante no poder recibir noticias o información de hechos relevantes, de acá y del mundo (esto último incluso pretencioso), desde medios tradicionales. Gradualmente, degradadamente, estos medios nos ofrecen casi exclusivamente noticias de accidentes de tránsito, crímenes y desastres naturales. No sería necesario confirmar esta afirmación señalando los ejemplos de quienes incurren en esta práctica de periodismo superficial o de flaco contenido, tanto por ser muy amplio como por estar muy a la vista. A muchos medios escritos les ha ido peor, porque gracias a la efectiva presión (al menos amenazas: tengo experiencia directa de lo último) del gobierno, golpeados en simultáneo por la drástica reducción de audiencia ante plataformas digitales, han desaparecido o han sido comprados para ser voz del oficialismo (El Deber felizmente se conserva independiente). Si bien todo esto es un muy característico resultado de regímenes autócratas como los que soportamos hace casi 20 años, debiéramos tener más chances de estar mejor informados. Realmente no habría mayor problema para que la portada de un medio desarrolle una crítica aguda a un tema que lo merezca, o que un canal tenga especialistas propios para una columna de opinión en sus noticieros. Ejemplos arquetípicos: ¿cómo entender que por dos concejales de la alcaldía cruceña nos enteremos de serios casos de corrupción, sin que ningún canal lo haga y ni siquiera los replique?

Este déficit informativo solo se explica a partir de la capitulación de muchos empresarios de medios temerosos de la crítica gubernamental o del despojo de su pauta publicitaria, con su previsible estela en su planta de comunicadores, que acatan la orden de la línea editorial de los CEO renunciando a mínimos postulados aprendidos en sus universidades. Lo más penoso de este fenómeno es que aparentemente se ha naturalizado. No parece haber disconformidad, al menos manifiesta, y los jóvenes desconocen otra forma de recibir información que la actual, que es peor: no tienen conciencia de estar padeciendo ningún vacío informativo, verdaderos desamparados y, encima, encapsulados en sus redes virtuales (que es el único mundo que conocen), concebidas más para el entretenimiento exprés que otra cosa. Ni aún los programas de entrevistas nocturnos son capaces de dar ese paso, optando por dar micrófono libre a diferentes autoridades o políticos que suelen decir barbaridades, con casi ninguna interpelación de por medio, condescendencia dispensada. Así, la audiencia que desee otra cosa, debe recurrir a canales de youtube de periodistas independientes, la mayoría expulsados o descartados por los medios tradicionales, que por suerte brindan mucho con los pocos recursos o infraestructura que poseen. Por nostalgia o inocencia, algunos desearíamos volver a verlos en esos medios, entendiendo que será la población en general la más beneficiada.