Vivimos momentos en que la nación entera está gravemente amenazada. Por un lado, los bloqueadores, que provocan perjuicios sociales muy graves y causan pérdidas económicas inmensas, reclaman nada menos que la ilegal habilitación de un candidato y el levantamiento de todos los procesos judiciales en su contra; incluyendo los delitos cometidos en contra de niñas y jóvenes. Las imágenes de policías con los cuerpos cercenados a dinamitazo limpio son la constancia de la incapacidad estatal para reprimir actos ilegales. 

Ni qué decir de zonas enteras de nuestro territorio en que los uniformados están impedidos de poner un pie; “tierra de nadie” diría, si no estuviera seguro de que tiene indeseables amos.
 
Por el otro lado, un gobierno inepto que no puede ofrecer soluciones reales a la crisis - hoy ya inocultable - porque sigue con el sonsonete de vender su fracasado proyecto político y económico. La incompetencia es tan evidente, que prácticamente 9 de cada 10 personas consultadas cree que estamos a un paso de la ruina.
 
De la oposición, mejor ni hablar; ha sido parte, por acción u omisión, de las dos décadas dilapidadas. Por eso no caben justificativos y ya no nos tragamos más cuentos.
 
Pero esta es apenas la punta del ovillo, que no puede ocultar la decadencia social generalizada y que no hace más que develar que nuestra nación entera está en un grado de corrupción e inmoralidad que no deja escape a ningún sector.
 
Esto no quiere decir que no existan personas más o menos honestas, sino que la gran mayoría está copada por actividades ilegales.
 
Veamos: No sólo podemos mencionar a los policías y a los administradores de justicia (jueces, fiscales, etc.), ¿acaso los gremialistas, los “multiculturales”, los cocaleros, los mineros (principalmente del oro), los militares o los políticos no entran en esta descripción? ¿Y qué podemos decir de las universidades, de las empresas estatales y de todas las reparticiones públicas? ¿Creen que se salvan los empresarios, las instituciones privadas, los profesionales (médicos, abogados, periodistas, etc.) o hasta los clubes de fútbol?
 
No hace falta continuar con la lista ni hablar ya del narcotráfico, la trata de blancas, el comercio de órganos, las violaciones, la pederastia y otros delitos que permanecen impunes.
 
¿Alguien me puede citar algún segmento de la población que se salve de acciones delincuenciales? ¿Acaso hasta nuestras fraternidades, comparsas o logias no se han convertido en nidos de encubrimiento? ¿O es que no queremos ver la realidad?

Recordemos que, para curar un mal, primero debemos reconocerlo. No es posible buscar la solución si no hemos identificado el problema. Por eso es urgente poner el dedo en la llaga y despertar la conciencia plural; pues, si pensamos que podemos convivir con esta podredumbre, no hay salida.