La seguridad alimentaria es un tema que ya preocupa al mundo, no solo por la inflación constante de los precios de los principales commodities agrícolas, sino por la escasez que podría confrontarse producto de una probable escalada de la invasión rusa a Ucrania, más allá de las fronteras ucranianas, y como dicen los economistas el precio más caro de un bien, es el que se puede llegar a pagar ante la ausencia de oferta de ese bien.

El presidente francés, luego de ganar la elección en segunda vuelta hace un par de semanas, planteó que los productos relacionados con la seguridad alimentaria de los países deberían tener leyes particulares de mercado, es decir que no pueden estar simplemente regulados por la oferta y la demanda, ni los precios internacionales. Esto sin contar que la Unión Europea en su conjunto ya destina cientos de miles de millones de euros a su política de subsidios agrícolas a fin de sostener la producción y los precios de mercado interno de los principales bienes de la canasta básica de alimentos entre cereales, carnes, lácteos y otros, lo cual es también un elemento de distorsión de precios, con o sin guerra.

Algunas vez leí que un pollo es una mazorca de maíz con patas, dando cuenta de la importancia de los granos en la determinación del valor de la carne animal, lo cual es evidente dado que la combinación de calorías (maíz y sorgo) y proteínas (soya) constituye la base de formación de la carnes de aves, cerdo, bovina, además de los lácteos, margarinas, aceites vegetales y otros que hacen parte de la cadena alimenticia del ser humano. En definitiva los valores de los bienes agrícolas primero afectan a los precios de sus sucedáneos y derivados, y luego influyen en los precios de los productos vinculados.

El precio del maíz en el mercado internacional ronda los 350 dólares por tonelada FOB Golfo México equivalente a unos 300 $us x tonelada FOB Rosario. Para un exportador de maíz boliviano estos precios pueden representar un ingreso aproximado de hasta 350 $us x tonelada FCA Desaguadero, para consumo en Perú que también es deficitario del cereal y con una población que alimentar 3,5 veces mayor a la nuestra, lo que explica la escasez de maíz en Bolivia y el alto precio por encima de los 110 Bs. x quintal, lo que ha provocado un incremento en el valor del pollo de más del 15% en la última semana, generando reclamos del Gobierno a los productores.

Para tener una referencia de los niveles de precio en países vecinos, veamos la carne de pollo en Buenos Aires, siendo Argentina un productor excedentario de maíz y soya, y por ende un gran productor de carnes de aves y bovinos, el precio es el equivalente a 9 Bs x kilogramo, mientras que, en capitales como Lima, Perú el valor del pollo es el equivalente a 16 Bs x kilogramo, estos son precios al consumidor final. En nuestro país los valores difieren por ciudades, mientras en Santa Cruz oscila entre 12 y 14 Bs x Kilogramo, en ciudades como La Paz el precio suele ser 10% más alto. En definitiva, si tuviéramos una producción excedentaria de maíz y con el actual cultivo de soya, el precio del pollo no tendría por qué ser mayor a los 9 a 10 Bs x kilogramo.

La solución no pasa por subvencionar el maíz ni el pollo para mantener una baja inflación, tampoco pasa por tener un Estado agricultor o avicultor. La solución es producir más maíz y más pollo, aumentado la oferta en el mercado para quitar presión a la subida de precios, que en el peor de los casos soportará una inflación moderada. Para lograr esto, debemos generar incentivos a la producción, seguridad a la inversión y usar la biotecnología en el sector agrícola. Esto nos garantizará el abastecimiento interno y la generación de excedentes para la exportación a precios regulados internamente pero desregulados para exportarse, sin cupos ni prohibiciones que desalientan mayor inversión.

Un último reportaje de la BBC News que circula en la redes sociales refiere las causas y consecuencias de la baja inflación en Bolivia, entre las que señala que el tipo de cambio fijo, los subsidios a los alimentos y combustibles además del control a las exportaciones son las principales recetas para contener la subida de precios, pero también indica que esta inflación contenida está dejando al país con una deuda pública ya cercana al 80% del PIB, un déficit fiscal que podría llegar a los dos dígitos hasta fin de año y una caída de las reservas a casi un tercio de las que teníamos el año 2014.

No tener inflación no es precisamente un síntoma de buena salud económica, sin embargo es un mal síntoma tener deflación de los precios, lo que indicaría un deterioro del consumo ante la falta de poder adquisitivo. La inflación moderada y controlada, así como una política cambiaria flexible y ajustada a las necesidades de mejorar la posición competitiva del país al tiempo que se desalientan las importaciones devaluadas, es lo que contribuye a un crecimiento basado en producción y no con deuda y déficit públicos.