En conformidad con las normas tradicionales establecidas por el sistema parlamentario, el voto de censura contra el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, motivó su salida inmediata. Asumió en su lugar Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), líder de esa principal fuerza de la oposición e impulsor directo  -además- de la caída del jefe del Partido Popular (PP). Para este propósito, Sánchez logró el apoyo de los partidos nacionalistas e independentistas de la región vasca y de Cataluña.
Diversos escándalos de corruptelas minaron al PP en los últimos años. Con tal motivo,  Rajoy pasó de contar con mayoría propia a tener que lidiar con un congreso hostil en el que tuvo que conciliar y formar frágiles alianzas. Luego de conocerse la semana pasada la sentencia  judicial acerca de uno de los principales procesos por corrupción, se derrumbó su débil coalición y Rajoy quedó únicamente con los votos de su partido (134), que no le fueron suficientes a la hora de defender la moción de censura en su contra.
Lo más probable ahora es que Sánchez convoque pronto nuevas elecciones, con el fin de no agravar esta incipiente crisis política. En todo caso, la democracia española ha demostrado su madurez; los procesos institucionales siguieron su curso normal. Es más, el propio Rajoy, al retirarse, saludó a su oponente y sucesor en una clara muestra de caballerosidad entre adversarios (nada común) y que vale destacar. Asimismo, si bien Rajoy confirmó que no sabía nada acerca de los eventuales actos ilícitos que podrían haber tenido lugar en el seno del PP, asumió la responsabilidad total y renunció al instante de conocer el voto de censura en su contra. He aquí un claro ejemplo de ética política, destacable en estos días cuando en nuestras latitudes nadie -en diversas circunstancias pretéritas y presentes- asume responsabilidades, so pretexto de tratarse de “acciones individuales”, “ruptura de la cadena de mandos”, “por no saber nada”, etc. Rajoy demostró ser consecuente, más allá de la opinión que pueda tenerse acerca de él como persona y de sus acciones como gobernante en el tiempo que estuvo en el poder. Tan pronto supo que su salida era un hecho, expresó: "Ha sido un honor ser presidente del Gobierno español. Ha sido un honor dejar una España mejor de la que encontré. Ojalá mi sustituto pueda decir lo mismo en su día, se lo deseo por el bien de España".
El reino de España atraviesa diversos  problemas sociales, políticos y económicos, pero es un hecho que su monarquía constitucional -restablecida plenamente en 1975 tras la muerte del dictador Francisco Franco- progresa en términos cualitativos. Los líderes hispanos discrepan entre sí y están sujetos a críticas diversas, pero el conjunto que hace al pluralismo democrático está visto que funciona y funciona bien. Ojalá las cosas sigan así, para beneficio del pueblo español y para reforzar aún más la  institucionalidad.