Eduardo F. Chumacero Carranza

Un  análisis del sistema educativo  presupone  considerar que la educación debe  responder   a las expectativas sociales, a la satisfacción de las necesidades individuales de formación y  al aprendizaje. Por tanto es preciso analizar las circunstancias externas e internas que influyen en los resultados de la educación.

Las  circunstancias  externas principales son las siguientes:

Las distintas leyes  sobre educación  han sido fruto  de pugnas  políticas, pero sin concreción  en acciones pedagógicas coherentes.

La inversión que hace el país en educación llega al 9% del PIB (porcentaje alto con relación a otros países), pero resulta que el 69% de la población económicamente activa no tiene formación para el trabajo. 

El sueldo promedio del docente  alcanza a 4.079 bolivianos (la variación surge de  la categoría en la que se encuentra  y el lugar en el que trabaja).

La cobertura educativa ha llegado a la totalidad de la población.

Ha habido una disminución muy significativa de la deserción escolar.

118.593 maestros tienen  nivel de licenciatura y se avanza en la formación  de diplomados, especialidades, maestrías y doctorados.

Se ha eliminado el interinato

Se distribuyeron 127.142 computadoras y se capacitó a los maestros en su manejo.

Las circunstancias  internas,  que surgen en  las aulas, presentan las siguientes características principales:

La enseñanza se da como transmisión del conocimiento, de manera  deductiva,   impositiva, patriarcal y sobre temáticas  alejadas de la realidad de vida.

El aprendizaje es entendido como memorización de conocimientos.

Salvo la lectura elemental,  la aritmética básica y algunas nociones culturales es poco lo que realmente se aprende en 12 años de escolaridad.

En la enseñanza-  aprendizaje no se respetan las diferentes  necesidades, intereses ni  características intelectuales.

La educación en valores  apunta   al individualismo, al egoísmo.

La cooperación, el respeto, la constancia, el esfuerzo, la curiosidad, la creatividad no tienen asidero en las acciones escolares.

La organización curricular fractura la realidad. Cada  asignatura está atomizada. Los profesores trabajan en forma aislada.

La administración educativa es  burocrática. No genera  metodologías dirigidas al  aprendizaje.

La práctica psicopedagógica  se mantiene  con características tradicionales.

Hay una ruptura entre realidad y escuela: lo que se hacía a comienzos del siglo XX se sigue haciendo en el siglo XXI.

¿Cuáles los  resultados de la confluencia de las circunstancias externas e internas? 

Los estudiantes no  leen  comprensivamente luego de 12 años de escolaridad. El aprendizaje de la ciencia y de la cultura  es mínimo.

En matemáticas sólo hay mecanización  en la resolución de ejercicios, sin adecuado razonamiento.

Los bachilleres, en general, no  están  capacitados para  trabajos específico ni para ubicarse en la problemática del mundo actual.

Cada año se evidencia el fracaso de los bachilleres en sus intentos de proseguir estudios.

Se ve, pues,   que el sistema  no está funcionando adecuadamente. Es necesario  efectuar  un cambio radical, que  no será fruto  de congresos ni de leyes  ni de mallas curriculares, sino del cambio de acciones  concretas que surgen en las interacciones de docentes y estudiantes.