Robert Daniel Jijena Michel – docente universitario

El propósito de las presentes líneas de opinión es argumentar la debilidad de algunos obstáculos aparentemente determinantes, aducidos por quienes buscan evadir un desafío inevitable, dentro de un escenario contemporáneo que no admite otra opción. ¡No hay excusas que valgan! Teniendo en cuenta las diferentes barreras que se expresan en el sector educativo para sustentar una injustificada resistencia al cambio con respecto al aprendizaje virtual y a distancia, sin generalizar, considero fehacientemente que por fortuna se trata de un segmento minoritario. El educador por naturaleza y ante todo es un “eterno aprendiz”, su rol social se relaciona estrechamente con la permanente motivación e inspiración a sus pupilos para fomentar el espíritu de superación personal, de modo que, a través del conocimiento, las personas y organizaciones seamos capaces de adaptarnos oportunamente al cambio, aprovechando las oportunidades y desarrollando resiliencia ante las amenazas.  

Primero, quienes mencionan que el internet es un costo para los estudiantes. ¡Evidentemente! Sin embargo, si realizamos un simple análisis costo-beneficio, el ahorro generado por el estudiante trabajando desde casa, es mucho mayor al gasto (inversión) que destinaría para proseguir su formación. Por ejemplo, si el estudiante reside en lugares alejados de su centro de formación ubicado en la ciudad capital, se estaría ahorrando alquiler de habitación, alimentación ‘fuera’ de casa, transporte público (interno e interurbano), etc. ¡Además, definitivamente desaparecería el presupuesto para fotocopias! Entonces, el gasto destinado para comprar megas es mucho menor que los costos ahorrados estudiando desde casa, más aún teniendo en cuenta las diferentes ofertas promocionales existentes para fines educativos. 

Segundo, ante la observación que los estudiantes necesitan computadoras, es cierto que no todos los estudiantes en nuestro país tienen acceso a este recurso; sin embargo, considerando los importantes costos ahorrados, un smartphone sencillo o de segunda mano sería accesible. Más aún si adicionamos al análisis costo-beneficio, los costes de “oportunidad” asociados al perjuicio de suspender su proceso de formación, teniendo en cuenta que sus contemporáneos en otros centros de estudios continúan avanzando. Tercero, en el caso que el estudiante sufra momentáneamente un corte de internet o problema técnico, ello también tiene solución a través de la tecnología, pues el docente dispone de la opción de grabar la clase y publicarla en su plataforma educativa, para posterior revisión del interesado, en su tiempo y a su ritmo (aprendizaje asincrónico). 

Cuarto, la pobreza extrema y los lugares alejados del servicio de internet son factores que escapan a la buena voluntad del profesorado, pues las políticas públicas gubernamentales y la gestión institucional deben acompañar la causa y la atención de dichos problemas sociales pendientes. Entonces, el educador tiene dos opciones, permanecer en el statu-quo y zona de confort, dejando el destino de nuestro joven talento humano a su suerte, o decidir con valentía y convicción asumir el desafío contemporáneo de re-ingeniería de la educación, aportando incluso psicológicamente a nuestra sociedad para sobrellevar esta indeseable crisis sanitaria sin precedentes, pues los obstáculos e imprevistos deben creativamente solucionarse sobre la marcha. 

Definitivamente, todos debemos sacrificar algo o contribuir un esfuerzo adicional para salir adelante, de modo que se minimicen las externalidades negativas de la pandemia y por tanto, su precio social. Sí es posible motivar y liderar esa adaptación al cambio, migrando al aprendizaje virtual y a distancia durante esta inédita coyuntura. ¡Nuestro pueblo y estudiantes nos necesitan!

En plena era de la economía naranja, la creatividad y el conocimiento son las principales armas del educador asumir el reto de reingeniería de la educación, pues en la nube se dispone de un sinnúmero de recursos accesibles de información, comunicación y tecnologías del aprendizaje para enfrentar esta adversidad. Ahora es cuando nos toca y debemos demostrar los educadores nuestro aporte para la construcción de un mundo mejor en estos momentos críticos para la humanidad, reafirmando nuestro importante valor para la sociedad, así como nuestros valerosos médicos, policías, bomberos, comunicadores y cada habitante en nuestra Bolivia, desde el rol social que nos toca asumir, entregando ese “plus”, los unos a los otros.