La Asamblea Legislativa aprobó el jueves cinco contratos de exploración que la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) firmará con compañías internacionales.

Se trata de una noticia relevante para la economía boliviana porque la medida permitirá romper un largo ciclo de inactividad de muchos años en que no se realizaron trabajos de exploración de nuevos campos, razón por la cual la producción de hidrocarburos está en una caída vertical en el país, al punto que ni siquiera se logra cumplir al 100 por ciento con los volúmenes contractuales de exportación acordados con Argentina y Brasil.

El Ministerio de Hidrocarburos informó que la inversión para los contratos alcanzará a $us 582,2 millones y que la expectativa es generar una renta, siguiendo las proyecciones, de unos $Us 1.700 millones.

Las empresas seleccionadas que invertirán en Bolivia en exploración y explotación son Canacol Energy Colombia y Vintage Petroleum, que se concentrarán en la búsqueda de gas natural y condensado.

Las empresas operarán en áreas tradicionales, como son Ova, Florida Este, Carandaiti, Sayurenda y Yuarenda. Es decir, tres están en Santa Cruz, una entre Chuquisaca y Tarija, y otra en Tarija.

Por lo poco que aun se conoce de estos proyectos, se trataría de estructuras relativamente pequeñas que se aprobaron de esa manera porque el país tiene urgencia en recuperar volúmenes de producción y se tiene la esperanza de alcanzar resultados relativamente inmediatos.

Quizá tampoco era probable tener contratos grandes para proyectos aun mayores porque las condiciones bolivianas para la llegada de nuevas inversiones son poco auspiciosas, por la hostilidad del discurso político del gobernante Movimiento al Socialismo, que lejos de interesar solo consigue espantar a los inversionistas.

También está la inseguridad jurídica boliviana, con una justicia que perdió completamente su razón de ser y así continuará mientras continúe siendo un brazo operativo del poder político, sin independencia ni credibilidad.

Tiene que ser muy difícil para la cartera de Hidrocarburos persuadir a eventuales interesados en hacer trabajos de exploración y explotación gasífera en el país. De manera que bajo esas condiciones resulta destacable que ahora se dé este primer paso así sea en escalas pequeñas, para romper la maldición del ciclo de consumo de gas sin reposición de reservas. Ojalá así sea.

Bolivia ha llegado a tener niveles de producción de gas que superaban los 60 millones de metros cúbicos de gas natural por día. Sin embargo, en agosto pasado la producción llegó a solo 42,06 millones de metros cúbicos.

También estos días el Gobierno ha decidido prohibir que las industrias nacionales utilicen gas natural para generar energía eléctrica, y destinar esos volúmenes a la exportación para tratar de alcanzar los cupos comprometidos con Brasil y Argentina. Ese dato revela, igualmente, que el gas se está acabando.

El ciclo del gas está en declinación permanente. Bolivia obtuvo millonarios ingresos en los años dorados en que se aprovechó la producción de proyectos que comenzaron en la era de los gobiernos denominados ‘neoliberales’, pero muy poco quedó de beneficio en el país. En algún momento habrá que preguntarse y responderse qué se hizo con los dineros que generó este recurso natural. ​