Los ciudadanos amanecieron con la realidad del desabastecimiento. Los puestos de venta de carne estaban cerrados y había colas por la falta de arroz en los puntos de venta. A ello se suma el incremento de precios de la canasta familiar, que deja una creciente preocupación en las familias.

Ha subido el precio del kilo gancho de carne de res, lo que provoca el encarecimiento del producto para el consumidor final hasta en 10 bolivianos. La carne de segunda está al nivel que hace una semana tenía la de primera, y esta tiene niveles casi prohibitivos para las familias de menores ingresos.

El incremento se atribuye a los comercializadores, que son intermediarios entre los ganaderos y los que venden al por menor. Los productores están preocupados por cómo les afecta esta medida especulativa de quienes solo comercializan. También hay inquietud en los dueños de restaurantes, que incrementarán los precios de almuerzos y platos a la carta. Lo peor es que todo esto hará que meseros, cocineros, etc. pierdan fuentes de empleo, dejando más desesperanza.

Muchas encuestas planteadas en Bolivia indican que, aparte de la crisis económica en general, hay mucha preocupación ciudadana por la falta de fuentes de trabajo. Basta hablar con taxistas para darse cuenta de que en la informalidad las cosas también van mal. Los conductores expresan que deben trabajar muchas más horas para equiparar los ingresos a lo que percibían hace uno o dos años.

No es ajena tampoco la realidad de los nuevos profesionales que se ven obligados a emigrar o a generar ingresos en actividades que están muy lejos del área en la que se formaron. Arquitectos trabajando como churrasqueros, médicos conduciendo taxis, etc.

En el sector agropecuario, el clima, la falta de dólares para importar insumos, la escasez de combustibles y otros factores que hacen a la producción han determinado que la cosecha sea al menos un tercio inferior que en anteriores gestiones, lo que pone en peligro la seguridad alimentaria y la calidad de vida de los bolivianos.

La crisis es una realidad que golpea muy fuerte y el horizonte no es alentador. Quienes hacen análisis prospectivo de la realidad nacional vaticinan un 2025 igual o peor. Esto se complicará con la etapa preelectoral que se avecina.

Entonces, cabe preguntar a los precandidatos y al mismo Gobierno, cuál es el plan para mejorar la vida de aquellos a quienes les pedirán el voto. En el caso del presidente y su gabinete, ¿hasta cuándo seguirán concentrados en la pelea interna con Evo Morales y sin atender la depresión económica actual?
Urge pensar en Bolivia y tomar decisiones de fondo para mejorar la realidad actual.