Hace dos años cuando un grupo de empresarios e inversionistas argentinos visitó Santa Cruz de la Sierra para conocer qué oportunidades reales existían para desarrollar nuevos emprendimientos en el sector agrícola, me llamó mucho la atención la respuesta de un productor a la consulta de ¿cómo es ser empresario en Bolivia? Sin rodeos, espetó convencido y hasta resignado: “un deporte de alto riesgo”.

Luego de las últimas medidas económicas anunciadas por el Gobierno de Luis Arce Catacora, vuelvo a pensar en ese empresario. Invertir y producir para exportar en Bolivia, sin duda es un deporte de alto riesgo, primero el agricultor debe rogar que llueva lo suficiente para que la tierra esté apta, luego esperar que estén dadas las condiciones para ver crecer sus cultivos, para sembrar y cosechar recurrir al crédito de las casas comerciales o las industrias porque no tiene títulos a su nombre y luego rogar que se puedan exportar sus granos para recién ver el fruto de su esfuerzo.

El productor boliviano solo tiene un evento biotecnológico o semilla genéticamente modificada para desarrollar su producción de soya, cuando en países vecinos ya tienen semillas resistentes a la sequía, las plagas o productos fitosanitarios. Por eso, llama la atención que algunas autoridades que desconocen al sector agrícola todavía se animen a criticar por qué se produce más en Argentina y Brasil. En fin, nunca se preocuparon por conocer de cerca en qué consiste la producción de alimentos en el oriente del país.

Otra muestra más de lo alejados que están los dignatarios de Estado de la realidad productiva es el restringir exportaciones, cuando solo el 20% de la producción alcanza para cubrir la demanda interna. Esto resulta contradictorio por dos factores; el primero, que se necesitan dólares para reactivar la golpeada economía boliviana y el segundo, que este año la tonelada de soya supera los $us 430, el mayor precio internacional desde 2016.

Sin embargo, no todo es gris y también desde Santa Cruz se da el ejemplo al país. Dinero reunió la semana pasada a ocho presidentes ejecutivos de grupos empresariales (CEO) que siguen invirtiendo pese la pandemia, que ven una oportunidad en tiempos de crisis para comprar empresas y crecer.

Siguen invirtiendo millones de dólares porque dicen que eso es lo que el empresario sabe hacer, aportar a la sociedad generando empleos, construyendo y por ello, esta ciudad se ha convertido en el ‘sueño boliviano’. Una región que en sus mejores épocas ha crecido a doble dígito, y que por ello atrae a bolivianos de otras latitudes y extranjeros. Quizás, al final sea positivo que desde el occidente no quieran conocer mucho de este tren que avanza sin pedir permiso.