Septiembre ha llegado, el mes de Santa Cruz, y con él, un aire turbio y cargado. Este ambiente nos trae los resultados del Censo, que confirman que tanto el departamento como su capital y su área metropolitana son los más poblados de Bolivia. A pesar de que los datos oficiales están por debajo de las proyecciones del propio INE, no cabe duda de que la región se ha consolidado como el crisol de la bolivianidad, un hecho que debería otorgarle un mayor peso en los destinos del país.​

En lo económico, Santa Cruz ya tiene ese liderazgo, pero en lo político y social, la balanza sigue desajustada. ¿Qué está fallando?

Desde hace muchos años, Santa Cruz produce más del 70% de los alimentos que consume Bolivia y es responsable de un tercio del PIB nacional, con una fuerte presencia en la agricultura, la agroindustria, la manufactura y los servicios. Gracias a su acelerado desarrollo, el departamento se ha convertido en un imán para la migración interna.

Los nuevos datos censales, aunque no cumplen las expectativas de muchos, siguen siendo una prueba impresionante de la pujanza cruceña. Con 3,12 millones de habitantes, Santa Cruz es ahora el departamento más poblado del país, representando cerca del 28% de la población nacional. Santa Cruz de la Sierra, con 1,61 millones de habitantes, casi duplica en tamaño al segundo municipio del país (El Alto), y su área metropolitana acoge aproximadamente al 18% de toda la población nacional.

Este crecimiento se debe principalmente a que Santa Cruz es vista como una tierra de oportunidades. La migración campo-ciudad ha sido determinante, ya que las áreas rurales de Bolivia no han podido ofrecer empleos dignos que retengan a su gente. La urbanización ha avanzado rápidamente en todo el país, pero especialmente en la capital cruceña.

Sin embargo, una parte de esta migración ha obedecido a fines políticos. Es evidente que partidarios del MAS han invadido grandes extensiones de tierras productivas en Santa Cruz, con el aparente respaldo de los gobiernos de turno. Parece que la consigna ha sido alterar el mapa electoral para contrarrestar la posición tradicionalmente opositora de Santa Cruz.

Este fenómeno migratorio, sumado a un alto crecimiento vegetativo impulsado por una población mayoritariamente joven, ha puesto una enorme presión sobre la infraestructura y los servicios en las ciudades, así como sobre las tierras productivas y el medioambiente en las zonas rurales. Sin embargo, esta presión no ha sido acompañada por asignaciones presupuestarias proporcionales, ya que incluso los datos del Censo de 2012 no reflejaban plenamente este crecimiento.

Ahora, ante la posibilidad de que el Censo 2024 tampoco corrija esta desproporción, el departamento enfrenta el reto de proporcionar mejores servicios en salud, educación y otras áreas con recursos insuficientes.

Este desafío se torna aún más complejo si Santa Cruz no logra obtener el liderazgo político que se merece a nivel nacional. A pesar de sus esfuerzos por la autonomía, la región cruceña no ha logrado modificar el esquema centralista adoptado por los gobiernos del MAS. Los cruceños han mirado demasiado hacia adentro y no han sabido abrazar la diversidad cultural del país para ganar adeptos en otras regiones. Esta es una tarea imprescindible y urgente, porque el centralismo no atenderá las necesidades de la región por voluntad propia.

Así, en el mes de su efeméride departamental, Santa Cruz tiene una oportunidad única de demostrar que tiene la capacidad para tomar las riendas del país y llevarlo hacia mejores horizontes, basándose en su indiscutible liderazgo económico y demográfico, pero también en un desarrollo humano integral, una tarea pendiente que debe ser prioritaria.