​Gabriela Jiménez, publicista corporativa

En el mundo se suele utilizar la expresión “un elefante en la habitación” para referirse a un problema que sabemos que existe, pero se actúa como si no existiera; y es así que en Bolivia a medida que ha ido creciendo en población el elefante se ha vuelto más grande y ahora la decisión de ignorarlo requiere de un verdadero esfuerzo.

Los agitados cambios producidos en la última década han hecho proliferar la intolerancia y la violencia, no sólo física sino también verbal. La sociedad ha aceptado la violencia como normal: los valores "ocultos" de la sociedad, deben ser revisados cuanto antes y es que quizás lo que está en crisis es el valor mismo de educar, en una sociedad que no siempre manifiesta de forma clara cuáles son sus valores.

Ante la importancia de generar unas sólidas bases para la educación sobre la no violencia, estas deben comenzar desde las faldas mismas del sistema educativo, desde la Educación Infantil. Tal cual como describe el Psiq., Luis Rojas M., "las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de vida, se desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos perversos en la adolescencia".  

Existe también una tendencia generalizada a considerar lo diferente como malo y lo que es peor aún que se atañe todo al racismo y discriminación. Es así que debemos cambiar el discurso, veamos lo diferente como un enriquecimiento de la cultura, lo cual no implica que no admitamos las diferencias, cosa que es buena, pero partiendo en todo momento de una cultura del respeto.

Se requiere de un compromiso político el cambiar el sistema educativo en Bolivia de cara a un siglo XXI, totalmente globalizado y digitalizado, es primordial el modificar las leyes de la igualdad de género, por la de equidad de género, siendo que no es lo mismo, ya que ningunos somos iguales pero si queremos igualdad de oportunidades y derechos para convivir en una sociedad más sana y responsable de sus acciones. Es un papel clave el desarrollo de políticas basadas en prevención de la violencia contra las mujeres y niños, especialmente a través y dentro de los medios de comunicación, las industrias del deporte y el mundo laboral.

La educación es reflejo de la sociedad, desde nuestra labor como padres de familias y educadores tenemos la posibilidad de cambiar el mañana, de guiar a nuestros hijos inculcándoles valores sociales positivos de respeto al prójimo, de colaboración, de protesta ante las injusticias: es decir, debemos por tanto cambiar el rumbo de la sociedad si queremos que las nuevas generaciones sean más dinámicas y justas, en las que imperen valores de igualdad y en las que los derechos humanos se vean reflejados en todas las áreas. Hay que educar para la paz.