Por: Adriana Gutiérrez Ampuero / Reportaje ganador del fondo concursable convocado por la Asociación de Periodistas de La Paz


En las profundidades de la Amazonia boliviana, alejados del bullicio y la modernidad, existen comunidades indígenas que han elegido vivir en aislamiento voluntario, apartadas del mundo exterior. Estos pueblos no contactados, considerados guardianes de una riqueza cultural y natural invaluable, enfrentan amenazas crecientes debido a la deforestación, la expansión de actividades extractivas y el cambio climático.

La defensa de sus derechos y la protección de sus territorios no solo son esenciales para su supervivencia, sino también para la preservación de la biodiversidad que sostiene a la región, en un contexto global donde las presiones sobre los recursos naturales son intensas, la situación de estos pueblos se convierte en un tema de extrema relevancia, urgencia y actualidad.

Adamo Américo, del Grupo Internacional para Asuntos Indígenas (IWGIA), señala que, aunque los datos exactos pueden variar, se estima que hasta 12 grupos de personas viven en aislamiento o contacto inicial en Bolivia. Esta cifra ha aumentado desde 2019, cuando se identificaron nueve grupos.

Los pueblos en aislamiento están presentes en diversas regiones de Bolivia, incluyendo la Amazonia, Cochabamba y el norte de La Paz. Grupos como los Tignes y Tsimanes, así como otros en el Chaco boliviano, continúan su vida en áreas que los estados consideran inhabitadas.

Desafíos legales y territoriales

Un aspecto fundamental de la lucha por los derechos de estos pueblos es el reconocimiento de su derecho a la tierra y al territorio. Diego destaca que el marco jurídico institucional de Bolivia reconoce la existencia de campesinos indígenas y la población civil, pero la inclusión de los pueblos en aislamiento como sujetos de derechos territoriales es un desafío político y legal. La tierra ya está distribuida en su mayor parte, complicando el reconocimiento oficial de nuevos derechos territoriales para estos pueblos.

En 2016, un informe jurídico presentado al Ministerio de Justicia de Bolivia reconoció la existencia de pueblos en aislamiento en ciertas regiones, y mencionó que incluso empresas como YPFB reconocieron la necesidad de mantener distancia de estos territorios. Sin embargo, la implementación efectiva de medidas de protección ha sido limitada.

En el Gran Chaco, una región que se extiende entre Bolivia y Paraguay, habita un pueblo que guarda secretos ancestrales: los Ayoreos. Conocidos como "ayoreode", que significa "personas", estos cazadores y recolectores han permanecido en aislamiento durante siglos, preservando una forma de vida nómada y en armonía con la naturaleza.

El Parque Nacional Kaa Iya, un refugio de biodiversidad, es también el santuario de estos Ayoreos aislados. En 1998, la investigadora Luisa Fernanda Velasco mencionó la existencia del grupo Gidai Goosode, aún no contactado y viviendo en el parque. Este hallazgo se corroboró posteriormente con estudios del antropólogo Vincent Brackelaire y otros expertos como Bernardo Fischermann y Beatriz Huertas Castillo.

Los testimonios de los propios Ayoreos y de los guardaparques del Kaa Iya son contundentes. Han reportado huellas y señales de presencia de estos grupos nómadas en las salinas de San Miguel y áreas circundantes. Las huellas, observadas en múltiples ocasiones desde 1997, narran historias de una existencia furtiva y resiliente. Estas evidencias salieron a la luz cuando se construía el gasoducto Bolivia-Brasil.

Autodeterminación y derecho a la vida en aislamiento

La autodeterminación es un principio clave que guía la política de muchos pueblos indígenas en aislamiento. Estos grupos han elegido vivir apartados como una forma de resistencia política y cultural, buscando preservar su autonomía y evitar los efectos negativos del contacto con la sociedad dominante, y así lo reconocen las Directrices de Protección para los Pueblos Indígenas en Aislamiento y en Contacto Inicial de la Región Amazónica, el Gran Chaco y la Región Oriental de Paraguay.

Américo subraya que el respeto por esta autodeterminación es crucial, ya que el contacto forzado ha llevado históricamente a la muerte, el sometimiento y la esclavitud.

El concepto de "no contacto" es promovido como un principio de respeto hacia estos pueblos. La idea es evitar cualquier forma de contacto que pueda poner en riesgo su existencia, dado que carecen de inmunidad a muchas enfermedades comunes en la sociedad global, como lo demuestra la pandemia de Covid-19.

En el caso de Bolivia se aprobó la Ley 450-2013 de Protección a Naciones y Pueblos Indígenas Originarios en situación de alta vulnerabilidad que ya cuenta con su reglamento. En cumplimiento de la norma, el Estado tiene la obligación no sólo de respetar la autodeterminación de los pueblos en aislamientos voluntario y en contacto inicial, sino también de preservar sus territorios y sus sistemas de vida. A más de siete años desde la promulgación, no se implementa y se pone en riesgo la existencia física y cultural de las naciones y pueblos indígenas.

¿Quiénes son los pueblos no contactados?

Los pueblos indígenas no contactados son comunidades que viven en aislamiento voluntario o forzado del resto de la sociedad. Se ubican principalmente en la región amazónica, que abarca áreas de Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia. La diversidad entre estos grupos es vasta, abarcando diferentes idiomas, culturas y modos de subsistencia. Ejemplos incluyen los Mashco-Piro en Perú, los Ayoreo en Bolivia y los Piripkura en Brasil.

Los Sentineleses habitantes de la isla Sentinel del Norte en India, son el pueblo más aislado del planeta. Nunca han sido contactados, aunque sí han sido fotografiados desde el mar y el aire. Se cree que descienden de los primeros pueblos que salieron de África y llevan viviendo en las islas Andamán desde hace unos 60.000 años. Su lengua es diferente a la de otros isleños de Andamán, lo que sugiere un aislamiento prolongado.

Según datos de Survival International, hay más de 150 pueblos indígenas no contactados en todo el mundo, desde la Amazonia hasta Indonesia y desde el océano Índico hasta el bosque del Chaco en Paraguay. En la mayoría de los casos, estos pueblos eligen no ser descubiertos debido a la violencia brutal que sufrieron sus antepasados o la que aún enfrentan sus vecinos contactados.

El aislamiento de estos pueblos es crucial tanto para ellos como para la humanidad en general. Desde una perspectiva de salud pública, el contacto con personas externas puede introducir enfermedades infecciosas para las cuales estas comunidades no tienen inmunidad. Epidemias pasadas han mostrado que incluso enfermedades comunes como la gripe o el sarampión pueden devastar poblaciones no inmunizadas.

Desde un punto de vista cultural y antropológico, estos pueblos representan una riqueza de conocimientos tradicionales y prácticas sostenibles valiosas para el mundo en su conjunto. Su comprensión de los ciclos naturales, las plantas medicinales y la gestión sostenible de los recursos naturales ofrece lecciones importantes en un mundo cada vez más preocupado por la sostenibilidad y la crisis climática.

Perspectivas a futuro y propuestas de protección

La protección de los pueblos indígenas no contactados requiere un enfoque multifacético que incluya:

1.     Fortalecimiento de la legislación: Mejorar y fortalecer las leyes existentes que protegen los derechos de estos pueblos a vivir en aislamiento. Esto incluye la demarcación clara de sus territorios y la imposición de sanciones severas para quienes violen estas áreas protegidas.

2.     Vigilancia y aplicación de la ley: Asegurar que las leyes y políticas de protección sean cumplidas requiere una vigilancia activa. Esto puede incluir el uso de tecnología como el monitoreo por satélite para detectar actividades ilegales y la implementación de patrullas comunitarias.

3.     Participación comunitaria: Involucrar a las comunidades locales y a los pueblos indígenas en la vigilancia y gestión de sus territorios puede ser eficaz. Estas comunidades a menudo tienen un conocimiento profundo del terreno y pueden ser las primeras en alertar sobre incursiones ilegales.

4.     Educación y concienciación: Educar a la población general y a los responsables políticos sobre la importancia de proteger a estos pueblos. Esto incluye campañas de sensibilización que expliquen las consecuencias de la deforestación, la minería y otras actividades destructivas.

5.     Apoyo internacional: La comunidad internacional debe jugar un papel activo en la protección de los pueblos indígenas no contactados, proporcionando apoyo financiero y técnico a los gobiernos y organizaciones locales. Esto también puede incluir presión diplomática para asegurar el respeto de los derechos de estos pueblos.

6.     Respaldo a alternativas económicas: Fomentar alternativas sostenibles a la deforestación y la minería, como el ecoturismo o la recolección sostenible de productos forestales no maderables, puede reducir las presiones sobre los territorios indígenas.

Los pueblos indígenas no contactados son un testimonio vivo de la diversidad cultural y biológica del planeta. Su protección no es solo una cuestión de derechos humanos, sino también una necesidad para la conservación de la biodiversidad y el conocimiento tradicional. Enfrentamos una responsabilidad colectiva de garantizar que estos pueblos puedan continuar existiendo en sus propios términos, preservando su forma de vida y contribuyendo a la riqueza del patrimonio humano global.

Perspectiva de Lino Joao de Oliveira

Lino Joao de Oliveira, del equipo de apoyo a los pueblos indígenas, ofrece una perspectiva profunda sobre la realidad de los pueblos indígenas aislados. A menudo se tiende a pensar que estos pueblos habitan regiones extremadamente remotas, de difícil acceso. Sin embargo, Lino aclara que "aislado" no es una categoría geográfica ni una condición impuesta por enfermedades. Es una acción deliberada, una decisión tomada hace 180 años para defenderse de las masacres y enfermedades traídas por el contacto con el mundo exterior.

“El aislamiento voluntario de estos pueblos no es una mera cuestión de distanciamiento, sino una estrategia de defensa”, dice el estudioso de los pueblos en aislamiento voluntario y en contacto inicial que llegó a Bolivia en el marco del Foro Social Panamazónico 2024, desarrollado en Rurrenabaque y San Buenaventura.

Al retirarse al corazón del bosque, explica que estos pueblos buscan protegerse de nuestra civilización, que perciben como peligrosa tanto por agresiones físicas como por enfermedades. Lino destaca que los gobiernos no han comprendido su responsabilidad de preservar los derechos y la vida de estos pueblos, a pesar de haber firmado convenios internacionales que los obligan a hacerlo.

Lino señala que, aunque los Estados han ratificado acuerdos como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y las demandas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, su implementación sigue siendo débil. La razón principal es que los intereses económicos y financieros, como la minería, la tala de árboles y la agricultura a gran escala, prevalecen sobre las obligaciones sociales y ambientales.

Además, muchos de estos pueblos son transfronterizos, lo que significa que su movilidad cruza varios países sin reconocer las fronteras políticas. Esta realidad plantea un desafío adicional, ya que la responsabilidad de protegerlos recae en múltiples estados que deben coordinarse eficazmente. Lino insiste en que los pueblos aislados deben ser reconocidos como comunidades transfronterizas, y que la protección de su existencia debe ser una preocupación compartida por todos los países implicados.

El discurso de Lino también es un llamado a reconsiderar nuestro modelo de desarrollo. La crisis ambiental y el cambio climático, consecuencias de nuestra industrialización, nos enseñan que debemos vivir en armonía con la naturaleza, como lo hacen los pueblos indígenas. No se trata de regresar a una vida primitiva en la selva, sino de aprender a coexistir de manera responsable con nuestro entorno.

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