Foto: Ricardo Montero

El rito de la muerte tiene sus etapas y el de honrar a los difuntos también. Desde mediados de octubre la gente se empieza a afanar por sus seres queridos que partieron, yendo a revisar la última morada en los cementerios, y la gran mayoría solo hace esta actualización una vez al año, porque el resto del tiempo los ajetreos de la vida diaria le secuestran el ánimo de ir a visitarlos.

Son pocos quienes sí se acuerdan y hacen una visita regular, según da cuenta la infidencia de los sepultureros y los albañiles de los campos santos.

Este año, por la crisis, por Bs 300 ellos recuperan el tiempo perdido y dejan la última morada decente para visitar. Eran otros tiempos cuando por Bs 500 pintaban, barrían, deshierbaban y repintaban el nombre del finado con una casi perfecta caligrafía producto de un pulso envidiable, aunque muchas veces con errores ortográficos. 

Si se trata de un cementerio a la antigua usanza, muchas veces hay que quitar las hierbas oportunistas, que sin respeto se ganan el espacio del difunto y hay que derrotarlas a punta de pala o con las propias manos. 

Pero si hablamos de las nuevas necrópolis, en las que no hay nichos, sino que a los difuntos se los coloca bajo tierra y por encima solo se ve el pasto y una lápida, la administración se encarga de tener a la naturaleza a raya y el espacio del difunto con toda la dignidad de rigor.

No hay flores ni plata para comprarlas

El siguiente paso en el rito es llenar el lugar con flores, mejor si son las favoritas del difunto. No importa el color, la única restricción de este año la puso el bolsillo. No hay plata para arreglos ostentosos y las pocas flores que llegaron de Cochabamba, principal jardín productor del país, arribaron marchitas o quemadas. 

El colorido y los deliciosos aromas de las rosas, anturios, lirios, gladiolos, astromelias y claveles se están echando de menos. El hormigueo de gente comprando, también. Para dar un ejemplo, los lirios se consiguen en 30 bolivianos, un tallo puede venir con dos o hasta tres flores, los hay blancos, amarillos y naranja, y despiden un maravilloso olor. Pero a falta de estos, se los están reemplazando por los de plástico, que se pueden encontrar en 10 y 15 bolivianos.

El difunto sabrá perdonar, la crisis económica no hace más que acentuarse y no dio tregua ni mostró respeto por lo más sagrado que tiene la cultura popular de los bolivianos: la vida y la muerte. Tampoco hubo consideración de los bloqueadores apertrechados en las carreteras del centro del país, manteniendo cautivo a todo un departamento e interrumpiendo el libre tránsito por las arterias que conectan oriente y occidente.

Ante la escasez y el encarecimiento de las flores naturales debido a los bloqueos de carretera, la gente está optando por flores y coronas artificiales, que se ofrecen en las afueras de los cementerios y en los mercados. Hay ramos desde Bs 7.

Ana Nava tiene su puesto cerca de la Terminal Bimodal, este luce escuálido. Otros años estuvo abarrotado de flores de todos los colores y precios. Pero esta vez apenas si tiene algunos arreglos con flores que llegaron por vía aérea. "Muchas llegaron quemadas y ni pa' remedio servían", se lamentó porque igual tuvo que pagar el pasaje del encargo floral, "eso se cobra por kilo, que no es nada barato", relató.

"Ojalá Dios quiera que levanten todos los bloqueos, aunque yo creo que todas las flores van a llegar marchitas porque se quedaron en el camino. Van a llegar negras, ese bloqueo nos lastima mucho y ha perjudicado a muchos sectores", lo dice casi resignada.

Foto: Ricardo Montero

Darle de comer al finado para que baje y se vaya contento

Lo que sigue en el ritual es armarle una mesa al difunto, pero esa es una tradición del occidente, que muchos se trajeron de ahí y ahora varios cruceños miran con curiosidad y hasta han empezado a imitar. 

Tita Villarroel vende masitas para las mesas de Todos Santos y para el 2 de noviembre. Brota pecho para reclamar el mérito de haber sido ella la que introdujo las tantawawas en Santa Cruz. "Yo las traje hace 53 años, aquí nadie las conocía y las empecé a vender", relata mientras muestra su amplia oferta en el antiguo mercado Abasto.

Ahí hay masitas, coronas de flores de plástico, pastillaje y tantawawas. Estas últimas son cuerpos de pan que representan al difunto, son como panes dulces, a veces se les pone algún detalle de chocolate y uvas pasas. También hay escaleras de pan, porque los abuelos creían que el fallecido bajaba a la tierra solo en esta fecha del año, entonces, la escalera representa el medio por el que se sube y se baja del cielo. 

También hay dulces, galletas y mantecadas para acomodar en la mesa del ser querido que se monta en los hogares, como ahora no hay mucho dinero del cual disponer, los dulces son una buena y más económica opción (Por Bs 80 se compra un centenar de estos). Pero no solo se adorna con masitas, también se pone la bebida y la comida que le gustaba al fallecido. 

La familia y los allegados llegan al hogar, le rezan a los difuntos y se les paga invitándoles las masitas que se sirven en platillitos, explica la señora Tita, alertando que las comerciantes mayoristas como ella y también las minoristas atenderán el sábado todo el día. 

También algunas personas arman la misma mesa en el cementerio, pero las masitas esta vez serán solo simbólicas, porque la ordenanza municipal prohíbe llevar alimentos y bebidas alcohólicas.

Las compradoras ratifican la versión de la entusiasta vendedora diciendo que esperan que "vengan nuestros difuntos porque les ponemos todo lo que les gusta, porque queremos que sepan que siempre los tenemos presente", explicó Lizeth Condori, que apuraba su recorrido de compras para ir a visitar a los suyos.

Las puertas abiertas hasta las 22:00

Este viernes y sábado los cementerios estarán abiertos de 8:00 a 22:00 para que las familias puedan visitar la última morada de sus seres queridos que partieron al más allá.

El Municipio ya anunció que movilizará un equipo de 700 personas, de la mano de la Policía y otras unidades de seguridad, para resguardar a la ciudadanía.

El director de la Unidad Operativa Desconcentrada de Cementerios, Sebastián Gutiérrez, recordó que para Todos Santos y Día de Difuntos hay algunas restricciones para que reine el ambiente de tranquilidad.  No está permitido el ingreso de bebidas alcohólicas, ni la venta de alcohol al interior ni alrededor de los cementerios. Tampoco se permitirá vendedores ambulantes en  los camposantos, ni usar pirotecnia.

También se ha publicado una lista de precios para las flores, los arreglos van desde un mínimo de Bs 10 hasta Bs 100.

Rezos, música y comida para los difuntos en camposantos de Bolivia

Los muertos, muertos están

Los sepultureros, que generalmente son personas que aprendieron el oficio de sus padres, un compadre o algún amigo, viven en torno a la muerte. Su horario laboral es de 8:00 a 16:00, en el Cementerio General, mientras que en otros más alejados pueden estar hasta un poco más tarde, en especial por estas fechas.  Están organizados en asociaciones, su oficina es el campo santo y son multifacéticos.

Cavan o pican el cemento para introducir el féretro y saben laburar bajo presión, pues mientras van haciendo su trabajo casi mecánico, se bancan las miradas y el llanto de los testigos, que muchas veces ponen resistencia en el minuto final, cuando toca meter el cajón y tapar el nicho. El sonido de la banda lastimera tampoco ayuda, ya se saben de memoria los acordes de "Más allá del sol" y en algunos casos, también han aprendido a rezar y a cantar para acompañar a la familia doliente.

Al final de su intervención, no faltarán las almas sensibles que les extenderán algunas monedas como recompensa a su impecable trabajo.   

Durante el mes de octubre aumenta la demanda de su trabajo porque los familiares se acuerdan solo en esta época de limpiar y acomodar. En un año las inclemencias del tiempo pueden haber causado estragos, como dañar las fotos, llenar de polvo y telaraña las flores de tela, y la humedad, insensible como de costumbre, puede haber roído las paredes.

En el cementerio Norte, de la avenida Alemania, Santos Paz trabaja sin cesar, ha jurado que ese es su nombre real y realmente va con el lugar. Dice que tiene que aprovechar que la demanda recién aumentó, aunque también aumentó el arte de regatear. Confiesa que le gusta trabajar en un lugar tan tranquilo y que participar de un entierro ya es parte de su rutina. No le tiene miedo a los difuntos porque "los muertos, muertos están".


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