En el Cambódromo, dos kilómetros de feria con 2.500 artesanos de la Alasita ofrecen a sus visitantes lo que mejor saben dar: un mundo de sueños en miniatura, con la promesa de que pueden llegar a hacerse realidad. En aimara, alasita quiere decir comprame y esa tradición llega a Santa Cruz cada año en septiembre desde 1972.

Con el pasar de los años han ido cambiando de locación, siendo la primera sede de la feria un espacio frente al mercado Florida, sobre la calle del mismo nombre. Después transitaron por La Ramada, Villa San Luis, Alto San Pedro, El Trillo, la avenida Sudamericana y desde hace seis años, en el Cambódromo.

El que llega bien puede correr a buscar su sueño en miniatura, participar de los juegos de suerte sin blanca, hacerse leer lo que le depara el futuro en la hoja de coca, jugar en los futbolines o pedir un sahumerio para asegurar que el objeto de deseo se vuelva realidad.

El ambiente por ratos se siente perfumado, Carol Piérola explica que los carbones dispuestos bajo una preparación de resinas aromáticas vegetales y aceites esenciales, constituyen una ofrenda a la que llaman k'oa. 

"Es una ofrenda por lo que uno pide desde el corazón, se tiene que hacer con mucha fe para que salga bien. El humo lleva al cielo todas nuestras peticiones", dice la 'sahumera' mientras explica que la k'oa tiene que tener una mezcla de colores que cargan mucho simbolismo. "El rojo simboliza amor; el blanco, la salud; el amarillo, el dinero; el verde, la prosperidad, abundancia y éxito". 

Entre lo verde hay romero -para traer la abundancia, subraya la sahumera- y también sábila, que tanto bien hace a la salud, por lo tanto, también se entiende que será buena para dirigir las intenciones al cielo. 

Carol Piérola muestra su ofrenda para que todo lo que quiere se cumpla

Una vida de miniaturas

Deysi Gallardo expone casitas, autos y cholets para la venta, explica que tienen que comprarse con mucha fe. Según el departamento, la ofrenda se la dirige al ekeko, símbolo andino de la abundancia, o a la 'virgencita de La Paz' si están en la sede de gobierno. Si se está en Cochabamba las peticiones serán para la virgen de Urkupiña y si se trata de Santa Cruz, la destinataria será la virgen de Cotoca

"La clave está en visualizar, yo quiero esa casita, me hago ese proyecto en mi cabeza y se lo pido a la virgen, para que ella, a su vez, se lo pida a Dios, para que se haga realidad", da la pauta Gallardo.

Entre lo más llamativo de su oferta están los cholets, dice que los construye su prima en El Alto, los hace en escala 1: 120, "igualito como los arquitectos hacen sus casitas en las maquetas". Se tarda un día completo en cada cholet, primero viene el proceso de medir en escala las piezas, luego cortarlas y pegarlas. Hay cholets desde Bs 20 y según su envergadura pueden ir subiendo de precio.

Esta mística de las miniaturas ha sido para muchos su forma de vida, haciendo artesanías minúsculas y vendiéndolas en ferias itinerantes por todo el país, siguiendo una tradición que viene de abuelos a hijos y nietos. La mayoría de las veces la cadena solo llega hasta ahí, actualmente, los hijos de la tercera generación ya no están aprendiendo el negocio, están estudiando y poco o nada tienen que ver con él, pero lo cierto es que vender miniaturas por todas las latitudes del territorio nacional les dio de comer y los envió al colegio.

Las miniaturas pueden ser toda clase de insumos de la canasta familiar, casas, cholets, autos, certificados de trabajo y matrimonio, maletas para viajar y billetes, todos en pequeño tamaño son el atractivo por el que la gente llega, hace su compra según el sueño y lo hace bendecir con un sahumerio.

Hace calor, la mayor parte del tiempo los 'alasiteros' solo respiraron humo a causa de los incendios forestales, pero  permanecen con la esperanza de alimentar sus bolsillos con algo más de dinero, aunque la falta de circulante este año los golpeó fuerte. Otras veces tenían que hacer traer más mercadería, especialmente los fines de semana, cuando la feria se abarrotaba de gente y todos compraban. Esta vez hay visitas, pero llegan a pasear y a comprar un plato para la cena y nada más.
Pero como buenos hacedores de sueños, son optimistas y van a esperar hasta el último visitante el 27 de octubre, día de cierre de la feria de Alasita, y están dispuestos a rematar su mercadería.   Los sectores antes tradicionales como los que trabajaban en plomo y estuco, fueron desapareciendo, pero se mantienen los ojalateros y los que hacen las masitas. Han proliferado los juegos para grandes y para chicos, y también los del sector de la comida, que puede ofrecer platos de la culinaria de todo el país.

Una muñeca con la vestimenta de la cholita paceña se vende en Bs 20

Más de medio siglo viviendo de la Alasita

Pedro Marquez (65) es el secretario ejecutivo de las 26 asociaciones de la Feria de Alasita, asegura que en total son más de 2.500 los integrantes que le dan vida y que la mayoría viven en Santa Cruz, pero que también han llegado varios de La Paz, Cochabamba, El Alto, Potosí y otros lugares.

La tradición es de occidente, pero ya echó raíces en Santa Cruz, y no solo eso, sino que también hay Alasita en Japón, EEUU, España y Argentina, de la mano de los migrantes bolivianos. 

"Se le vende a usted un sueño que puede ser su casita, su autito, un terreno o cualquier cosa en miniatura y se cumple el año que viene, prueba de eso es que hasta ese plazo vuelven con ganas de comprarse más sueños", asegura don Pedro.

Explica que la verdadera tradición es comprar el 24 de enero. Pero además de eso, con ferias itinerantes llegan a distintos puntos de la geografía nacional en diferentes fechas, pero que sin lugar a dudas, la cita más importante es la de La Paz, hasta donde pueden arribar fácilmente unos 5.000 artesanos.

La producción es permanente, porque tienen un calendario de viaje, después de Santa Cruz, por ejemplo, un grupo se va a ir a Cochabamba, Beni y Yapacaní.

Don Pedro aprendió todo lo referente al mundo de las miniaturas de sus padres y abuelos desde que tenía 7 años, en La Paz. Empezó doblando y vendiendo billetitos, después aprendió a hacer alcancías de yeso, a dar forma al vidrio soplado y ahora vende manzanas acarameladas y frutillas con chocolate. "Ese es mi fuerte ahora", dice este abuelo al que el infortunio tocó su puerta a principios de año. 

En enero falleció su hija mayor a la edad de 34 años, por un ataque al corazón, dejándole a su cuidado 8 nietitos que ahora viven con él. Un mes después murió su esposa, doña Lourdes Quiroga (62), se la llevó el cáncer de matriz. 

"Mis cuatro hijos están ayudándome, ellos estudian, pero ahora me colaboran en el oficio porque pasé una tragedia tremendaHoy por hoy estamos unidos, sigo un poco mal, yo creo que no me voy a reponer del todo, pero la unión hace la fuerza", dice esperanzado.

El ekeko es el dios de la abundancia, viene cargado de alimentos y enseres indispensables

El ekeko y otras figuras infaltables

Una figura infaltable es el ekeko, una especie de dios de la abundancia, por eso anda cargado de alimentos, dólares y con un orificio en la boca donde se le pone cigarro, como señal de atención hacia él. Cuenta la leyenda que hubo un cerco a la ciudad de La Paz durante el alzamiento indígena de Túpac Katari contra la dominación española y que el ekeko aparecía desde el campo cargado con muchos víveres para alivio de los pobladores

Hoy en día el ekeko es un amuleto para atraer la abundancia y la prosperidad y cuanto más cargada esté la figura, mayor es la promesa de prosperidad. Eso sí, hay que atenderlo bien, porque si se lo descuida, él se puede llevar todo lo que trajo a su dueño. 

También es reiterativa la figura del sapo, como símbolo que trae suerte, aunque también dicen que representa el suelo que pisamos. A la imagen de cerámica o de yeso se la envuelve con billetes y se la somete a un sahumerio para "llevar abundancia al hogar". Y la virgen María en sus distintas advocaciones es la patrona de la feria, según el departamento donde se esté. "Ella es la intermediaria para llevar el pedido hasta el cielo".

Grandes y chicos sucumben a la tentación de conseguir por unos cuantos bolivianos un sueño y los artesanos de la Feria de Alasita son sus principales hacedores.